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MEMORIAL CABALLERIA 71

99 TRADUCCIONES Algunos declaran que el Islam es inherentemente bueno, la mayoría de los musulmanes son buenos y sólo una pequeña minoría ha secuestrado la buena fe de Mahoma abrazando actos de intolerancia, odio y violencia. La cuestión es: ¿por qué es que el buen Islam no está gobernando el mundo y el mal Islam está sumergiéndolo en fuego? La naturaleza humana es la culpable, en parte. Los humanos estamos atraídos hacia el odio como las moscas a la miel. El odio es fácil de vender. Es atractivo y no se necesita mucho esfuerzo para odiar. El odio recoge las frustraciones del individuo o el grupo, las ansiedades, miedos, paranoia y muchas otras emociones negativas en un fardo manejable y las arrojan hacia un blanco conveniente. La historia está repleta de ejemplos de odio impulsando a las masas a cometer pequeñas y grandes atrocidades. Vende odio y la gente hará cola varias manzanas para comprar. Vende amor y estarás prácticamente solo. ¿Es esta una visión cínica? No, es una visión realista. Describe la primitiva y baja naturaleza humana que debe ser concienzudamente superada mediante la educación persistente y el despertar de la mejor naturaleza del hombre. Las altas autoridades religiosas juegan un papel crítico en la dirección de las masas hacia o lejos del odio. El último pronunciamiento público del Papa, por ejemplo, absolviendo a los judíos como asesinos de Cristo ha reducido el anti-semitismo entre los cristianos de base. Las Fatwas, decretos religiosos, de los Muftis y Ayatollahs islámicos tienen considerable peso sobre sus respectivos seguidores. Tristemente, la mayoría de los decretos y fallos de esas autoridades islámicas son excluyentes e incluso hostiles hacia los de fuera. Esos altos sacerdotes son los que proporcionan opiniones, igual que los profesores de los clérigos de base, que llevan las mismas ideas a las masas en pueblos y ciudades. Las madrasas en Pakistán, escuelas en Arabia Saudita y las maktabs, escuelas religiosas, en Irán, así como innumerables mezquitas sirven como lugares donde el mal del odio puede ser transmitido con considerable éxito a unos creyentes con demasiada buena disposición. Este virulento mal de odio hacia los «otros», está saliendo ahora de sus tradicionales feudos musulmanes e infectando a las ciudades, pueblos y villas del más amplio mundo. Los musulmanes creen que la tierra es de Alá y todo en ella legítimamente pertenece a los musulmanes. Los no musulmanes en cualquier sitio son simplemente usurpadores y ocupantes que o bien se convierten al Islam o dan paso al pueblo legítimo, los musulmanes. En la teocracia del Islam, la autoridad religiosa está conferida por un consenso informal del grupo de pares. Uno se convierte en Ayatollah, por ejemplo, demostrando a otros ayatollahs su indesviable devoción al dogma que mantienen. Si uno se desvía de la línea aceptada, no es probable que se convierta en el mulá del pueblo, mucho menos en un Ayatollah. Este es un problema sistemático que no es sensible al cambio. Es una endogamia teológica patológica. El Islam o las religiones en general son fuentes de energía. La energía puede conseguir magníficas cosas o destruir cualquier cosa. Es nuestra elección utilizar bien la religión, como la gente ha hecho desde milenios, y evitar utilizarla como un arma de muerte y destrucción, otra vez, como la gente ha hecho en milenios. En las teocracias islámicas, todos fingen públicamente su indesviable creencia en la fe, como se predica y promueve en su localidad. Si hubiera no creyentes, gente que duda o ateos, se tienen que esconder, no en armarios, sino en profundas simas subterráneas. La presión para ser religioso es tan grande que fingir piedad es una forma de arte. Así, mucha de la actividad religiosa son rituales pro forma. De acuerdo que las cosas no son mucho mejores en las tierras no islámicas. La gente, una vez a la semana, va a un servicio religioso, se arrepiente de sus pecados, los saldan y vuelven a una vida de pecado en los siguientes seis días en un mundo de pecado. Quizás haya una salida al presente impasse con el Islam. El Presidente electo de la República Islámica Ahmadineyad había invitado al Presidente George W. Bush, aunque en una retorcida epístola de dieciocho páginas, a que abrazara el Islam. Parecía que Ahmadineyad pensaba que Bush es el hombre más poderoso del mundo. Debe haber llegado a la conclusión de que si Bush abrazara el Islam, las masas de infieles seguirían su ejemplo. Aceptemos por un momento la llamada de Ahmadineyad. Pregunta: ¿a qué secta del Islam y a cuál de sus innumerables sub-sectas debemos unirnos? Además de las dos grandes corrientes de suníes y chiíes, hay docenas y docenas de sub-sectas, y escuelas, cada una está mortalmente convencida de que representa el único verdadero Islam. La propia corriente del Islam de Ahmadineyad es


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