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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 895 OCT 2015

en Egipto y Túnez, las intervenciones en Libia y Mali, la guerra civil en Siria y la crisis en Ucrania. La situación actual podría resumirse en una política más de apariencia que de hechos y podría conducir a que las dos orillas del Mediterráneo comenzasen a volverse la espalda. Los veinte años de vida del Proceso de Barcelona han demostrado que el Mediterráneo ha sido, y es, una prioridad para algunos Estados miembros, pero no para la Unión Europea como tal. Nuevos actores emergentes internacionales —como Rusia, China, Brasil, India y los Estados del Golfo— intentan ocupar el vacío que progresivamente puede dejar la Unión Europea en esta importante zona del mundo. Estas potencias han comprendido perfectamente la importancia que supone la presencia en el Mediterráneo para aumentar su peso como actores globales, tanto en la dimensión comercial como en la geopolítica, así como la importancia que una estabilidad política en la región supone para la seguridad de sus fronteras. Rusia ha sido un actor importante con peso en los últimos años del conflicto árabe-israelí y su reciente actuación en la guerra civil siria7, así como el acercamiento a Egipto una vez producido el derrocamiento de Morsi, son claros ejemplos del nuevo papel ruso en la zona. China ha incrementado de manera exponencial sus relaciones comerciales con el norte de África, convirtiéndose en un socio clave de los 18  REVISTA EJÉRCITO • N. 895 OCTUBRE • 2015 socios europeos del sur del Mediterráneo; además se ha producido un incremento de la presencia naval china en el Mediterráneo en los tres últimos años, poniendo de manifiesto la importancia que para el gigante asiático despierta la zona. Estados como Catar y Arabia Saudí han inyectado importantísimas cantidades de dinero en los últimos años tras las revueltas de la Primavera Árabe, pero destinando el dinero con distintos fines; así, Arabia Saudí ha apoyado la lucha contra los Hermanos Musulmanes en Egipto y ha financiando la oposición al presidente Bashar al-Asad en Siria, mientras que Catar ha realizado un apoyo económico y político al gobierno de los Hermanos Musulmanes. Independientemente de su destino, estas aportaciones económicas han puesto en tela de juicio, y en ridículo, las aportaciones europeas y sus condiciones a la hora de enfrentarse a las revoluciones árabes. Europa parece ausente en el nuevo tablero geopolítico del Mediterráneo, y otros jugadores comienzan a mover las fichas sin esperarle. La Unión Europea apuesta cada vez menos por una estrategia de igual a igual con el Mediterráneo, ya que, quizás, sus prioridades son otras: la crisis financiera, salvar el euro, el auge de partidos antieuropeístas, mantener la solidaridad entre los Estados miembros, así como preparar la Unión para la futura ampliación a los países balcánicos, candidatos potenciales a día de hoy para una futura adhesión. Además, se debe añadir a esta situación que la UE no consigue colocarse y despegar como actor internacional en los ámbitos de política exterior y seguridad. Los avances proporcionados en Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) por el Tratado de Lisboa8 continúan siendo insuficientes para que la Unión actúe como una potencia global en el ámbito de la política exterior. Mientras esta política siga sin ser comunitaria9, Europa seguirá siendo un actor relevante Primavera árabe en Egipto


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