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MEMORIAL INGENIEROS 93

DICIEMBRE 2014 59 que consumen y convierten energías: el número y las cualidades morales. Así surge el dilema práctico, a lo largo de la historia, entre ejércitos de servicio obligatorio y los pro-fesionales, y todavía hoy, las soluciones técnica y sociológicamente concebibles para convertir la energía de los colectivos humanos en óptimos efectivos militares. Hoy día la energía animal (y vegetal) no es útil más que en teatros muy particulares, por su clima o por su medio. Respecto a este tipo de energía brevemente podríamos recordar: —— La transformación de la guerra por el caballo, que comenzó con su domesti-cación hacia el año 4000 a. C. en las estepas situadas al norte del Mar Negro. A principios del siglo XVIII a. C., los hurritas emplearon el caballo, como nueva arma de guerra, para invadir el norte de Mesopotamia. El caballo enganchado (carro hitita del siglo XV a. C.) y después montado (Asiria, paso de la Edad del Bronce a la del Hierro). Los caballos permitieron cubrir distancias mayores de lo que era posible a pie, atacar por sorpresa y huir antes de que pudiera reunirse una fuerza defensora superior. Fue un arma militar que siguió siendo poderosa, durante 6.000 años, hasta los comienzos del siglo XX. ——El elefante de guerra (Poros antes que Alejandro, los diádocos, Pirro, Aníbal, Filipo V y Perseo). ——El arco, conocido desde siempre, que fue decisivo en manos de los galos al co-mienzo de la Guerra de los Cien Años, y que sería sustituido por la ballesta. La energía química apareció con el fuego greco-bizantino (salitre, carbón y nafta) ar-diendo sobre el agua (gracias al cual resistió Bizancio) y con las composiciones defla-grantes traídas por los árabes desde China (salitre, carbón y azufre). Esta energía llega a ser decisiva durante siglos, con la pólvora negra (luego sin humo y por último coloidal), con los explosivos (melinita, dinamita, trilita, plásticos, etc.) y con los gases tóxicos (guerra química). El petróleo provocó una revolución en la movilidad táctica y estratégica de los ejércitos terrestres, navales y aéreos. Y finalmente los agentes propulsores para los artefactos autopropulsores, desde los cohetes hasta los misiles de largo alcance de nuestros días. Sin olvidar los lanzadores de satélites y de naves espaciales. El arma de fuego, con la artillería francesa muy en cabeza, puso fin a la ocupación inglesa (primer empleo en campo raso en Castillón y Formigny), al tiempo (1453) que Mohamed II la utilizaba para abrir brecha en los muros de Constantinopla. Lección bien aprendida por los ingenieros italianos, buenos observadores de la artillería de los Valois, que renovarían las técnicas de la fortificación. El arma de fuego ponía en la cúspide a la infantería de los Tercios españoles, así como a algunos puñados de conquistadores españoles en América, que junto con la rueda y las corazas de metal compensaron energéticamente, con creces, suss débiles efectivos respecto a la masa de los nativos americanos. Sin embargo, habría que esperar hasta el siglo XVIII para decidir su supremacía sobre las armas de choque. Dos siglos después, el binomio carro de combate-avión fue instrumento de victorias decisivas (1939-1942). La energía mecánica se explotó desde siempre. Armas de mano y arrojadizas multi-plican la energía muscular (arco, ballesta, torsión de fibras nervobalística). Los avan-ces de la metalurgia y las cualidades de los metales influyeron en el armamento tanto ofensivo como defensivo y desde la coraza del combatiente hasta la del buque y la fortificación. Surgieron aleaciones especiales, resistentes a la percusión y al calor. Se


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