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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013

padre Serra erigió una cruz, dijo misa en el lugar elegido para la capilla y formalmente fundó la Misión de San Diego de Alcalá, la primera misión en la Alta California, y la madre de todas las grandes misiones de California»4. El padre Jayme (escrito con y) quien continuó la labor del padre Serra en San Diego, solicitó permiso al Virrey para trasladar la misión a un lugar situado a unos diez kilómetros del presidio, próximo a un arroyo y con tierras más fértiles. «La falta de agua, un suelo improductivo, y la necesidad de más braceros para las tareas del campo hacían casi imposible producir suficientes alimentos para mantener a los nuevos cristianos, los soldados del presidio y los mismos misioneros»4. Bajo la dirección de los padres Jayme y Vicente Fuster, el otro franciscano que dirigía la misión, se construyeron la iglesia, la rectoría, el corral y trece cabañas de adobe para los indios cristianizados. El traslado se finalizó en diciembre de 1774. El padre Jayme era originario de Mallorca y el padre Vicente Fuster de Aragón. Durante el tiempo que administraron juntos San Diego, unos 500 indios abrazaron la fe católica. El 4 de noviembre de 1775 amaneció soleado. En la misión se encontraban los dos franciscanos mencionados y un pequeño destacamento de dragones de cuera para dar seguridad al enclave religioso, formado por el cabo Juan Esteban Rocha y los soldados Alejo Antonio González, Juan Álvarez, y Joaquín de Armenta. Inicialmente también estaba el soldado Francisco Pena pero había sido enviado de nuevo al presidio por encontrarse enfermo y no había sido sustituido. Además se hallaban el hijo y el sobrino del teniente Ortega anteriormente reseñados, el herrero José Manuel Romero y los carpinteros Felipe Arroyo y José Urselino. Enfermo este último, guardaba cama en el dormitorio que compartía con el otro carpintero y el herrero. Los indios bautizados atendían a las rutinarias labores en el campo y al cuidado del ganado. Días antes, dos neófitos5 habían abandonado la misión y no habían regresado. Los soldados salieron en su busca pero no pudieron encontrarles. Posteriormente se supo que se habían dedicado a recorrer las diferentes rancherías para incitar a los nativos a la revuelta, diciéndoles que los frailes bautizaban a la fuerza y torturaban a quienes se negaban. Aunque hubo algunos indígenas que no dieron crédito a sus afirmaciones, una gran mayoría decidió terminar con aquel supuesto oprobio, y matar a los frailes y al resto de españoles del presidio y la misión. La noche del 4 de noviembre, cuando todo el mundo dormía en San Diego (el pequeño destacamento no montaba guardia durante la noche, confiado en la Misiones católicas españolas en California afabilidad que desde 96 REVISTA EJÉRCITO • N. 870 OCTUBRE • 2013


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