Page 59

REVISTA DE HISTORIA NAVAL 126

RAQUEL SIGÜENZA MARTÍN Existe un intrincado vínculo entre honor, nobleza y milicia que nos da la clave para entender la íntima ligazón de nuestro santo con el cuerpo de Infantería de Marina y su elección como patrono del mismo, si bien la devoción de Felipe V hacia el mártir se había iniciado antes de 1731. En 1729, año de la canonización, el jesuita Gabriel María de Valenzuela dedica al monarca una Historia de la vida y martirio del beato Juan Nepomuceno desde Roma y, según fray Pedro Andrés de Velasco, desde el punto y hora en que el rey tuvo conocimiento de la leyenda del santo le mostró un gran afecto y empezó a profesarle una intensa devoción (11). Se debe tener presente que, a lo largo de toda la edad moderna, está del todo asimilada la consideración de que el estamento nobiliario se encuentra inseparablemente unido al desempeño militar en virtud del honor, identificado este con el valor y la lealtad; de esta manera, «despreciando la muerte en una acción heroica, el noble acredita su condición de hombre superior» (12). La función primordial de la nobleza era el desempeño bélico. Así se entendía desde el Medievo, y eso es lo que el pueblo esperaba de este estamento. No obstante, como señala Morales Moya, desde finales del XVI el interés de la nobleza hacia los asuntos de la guerra comienza a difuminarse, y quienes componen este estamento privilegiado pasan a integrarse en empresas menos arriesgadas, ocupando, por ejemplo, puestos de mando o convirtiéndose, en el siglo XVIII, en los protectores de la familia real, al entrar a formar parte de los Guardias de Corps. El escaso interés mostrado por los Borbones hacia los enfrentamientos armados, y el hecho de que el desempeño bélico diera la posibilidad de conseguir títulos nobiliarios, hizo que muchos militares extranjeros se pusieran al servicio de España. Uno de ellos fue Juan José Navarro (1687-1772), originario de Mesina aunque con antepasados españoles, futuro marqués de la Victoria y devoto de san Juan Nepomuceno (13). El marqués de la Victoria ejemplifica perfectamente, como hermano mayor de una congregación gaditana de san Juan Nepomuceno que fue (14), la fuerte conexión entre el mártir, la nobleza y este instituto armado. Así pues, el 3 de agosto de 1731, Felipe V había dispuesto por real orden que el virrey capitán general de Nueva España organizase una unidad que guarneciera los buques de la plaza de la Veracruz y sus castillos inmediatos. Se llamaría «Batallón de Barlovento» y tendría dos patrones: la Virgen de Guadalupe, cuando estuviera en América, y san Juan Nepomuceno, cuando se encon- (11) VELASCO, p. 338. (12) MORALES MOYA. (13) Su papel resultó determinante para el desarrollo de la Real Armada española, no solo por su actividad militar, sino también por una intensa labor docente y científica. Destacó igualmente como inventor, estudioso, dibujante y constructor naval. Obtuvo el marquesado en 1744, y en 1750 fue nombrado capitán general de los departamentos de Cádiz y Cartagena y director general de la Armada. Falleció en la isla de León en 1772. Ibidem, p. 121; MAESTRO CASTAÑEDA. (14) Según consta en LARA. 58 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 126


REVISTA DE HISTORIA NAVAL 126
To see the actual publication please follow the link above