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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

EL TENIENTE gENERAL DE LA ARMADA DON JOSE PRIMO DE RIVERA y SU ... que de la Península no paraban de llegar malas noticias. El algecireño debería entregar en mano esta notificación (37). y así, a finales de este crispado año de 1811, Primo de Rivera se halló con la Mercurio otra vez ante Buenos Aires. Sus instrucciones eran claras: si la junta no daba una contestación concreta a la interpelación del gobernador, Montevideo denunciaba el armisticio y reiniciaba las hostilidades en todo su rigor, bloqueo incluido. Pero los acontecimientos tomaron un rumbo que Montevideo no esperaba. No bien tuvieron en sus manos la minuta de Vigodet, los bonaerenses dieron a la Mercurio dos horas escasas para que abandonara las aguas de Buenos Aires. y así, roto el armisticio, se reabría el conflicto armado entre ambos centros de poder; no obstante, las circunstancias habían variado un tanto respecto al periodo anterior, pues los bonaerenses iban poco a poco reuniendo una mediana fuerza naval aunque, justo sea decirlo, con medios casi enteramente anglosajones. Con este panorama, ya a primeros de febrero de 1812 Primo de Rivera declara el bloqueo de los puertos y costas de Buenos Aires, mientras en el interior de la plaza se desata una espiral de intrigas y conspiraciones, como la denominada «conjura de Alzaga», que en julio fracasaría en su intento de deponer a la junta (38). Con fecha de 4 de marzo se produce un disputado enfrentamiento entre la división de Primo de Rivera y las baterías de la ciudad, hecho que se conoce como el «tercer bombardeo de Buenos Aires» y que se saldó sin mayor provecho para ninguno de los bandos debido a la escasa profundidad del estuario a su paso por la ex capital virreinal. Esto obligó a Primo de Rivera a entablar un duelo de cañón entre sus buques y una batería, montada apuradamente con ocho piezas en la linde costera del puerto. Primo buscó aprovechar este lapso, y al mando de varias lanchas artilladas intentó, aunque en vano, acercarse al queche Hiena, que se hallaba fondeado en la rada, para incendiarlo. En esta acción la misma lancha por él mandada fue tocada y echada a pique, con lo que se vio forzado a continuar dirigiendo la lucha transbordando a otra que corrió idéntica suerte, hasta que a la caída de la tarde el encuentro armado culminó en tablas. (37) Como se advertirá, entre el panegírico de Pavía, quien señala que Primo de Rivera, «muy a su pesar y obligado por sus jefes», había pasado a Montevideo para reponer fuerzas, y la carta ya señalada de Salazar, que ponía bajo sospecha la enfermedad de aquel, existe lo que en la investigación histórica se define como un punto oscuro. De todos es sabido que el abecé del rigor histórico dicta que la investigación se ciña a los documentos que maneja. Sin embargo, este ceñirse a la letra no basta en ocasiones para dar una interpretación cabal de ciertas tramas de hechos. A veces es menester leer entre líneas, y por entre ellas quizá el investigador vea asomar el resentimiento, los celos, el odio —también, por qué no, el amor—…, todos esos pecados que también conforman la humanidad de la persona y que, en múltiples ocasiones, dan la clave última para interpretar muchos acontecimientos, individuales y colectivos. (38) Don Martín de Alzaga, como alcalde de primer voto, fue el numen de la resistencia bonaerense en la segunda invasión inglesa (1807), y gracias a su muy inteligente insistencia logró que los británicos aceptaran una cláusula donde se capitulaba que también Montevideo debería ser liberado. Víctima de las pasiones del momento, fue ahorcado junto a 38 adictos a su causa, por orden de la junta de Buenos Aires, el 5 de julio de 1812, tras una intentona golpista para hacer reconocer a la Regencia. Buenos Aires seguía empapando de sangre la tierra platense. Año 2014 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 121


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