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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

ALEJANDRO N. BERTOCCHI MORáN A fines de mes Primo de Rivera fue citado por Montevideo, pero esta vez no para tomar un reparador descanso, sino para remozar la Mercurio, muy necesitada de carena y de otras reparaciones con vistas a la misión que barruntaba el gobernador Vigodet, quien sopesaba enviar una comisión a Río de janeiro, nido conspirador donde los hubiera, para protestar de la conducta de la corte portuguesa en los sucesos del Plata, que ora apoyaba a Montevideo —como aliados comunes que eran España y Portugal contra Napoleón—, ora se avenía con Buenos Aires, como había sido el caso cuando el conflicto del caudillo Artigas con los centralistas porteños. En junio, la Mercurio partió de Montevideo para rendir viaje en la entonces capital del imperio portugués, en cumplimiento la misión encomendada, y de seguro que lo que vio el marino en las pocas jornadas que permaneció en Río, con la bahía de Guanabara rebosante de buques, hizo mella en su ánimo. Era esta la tercera vez que acometía menesteres diplomáticos. Como recoge su hoja de servicios, josé Primo de Rivera encaró en muchísimas ocasiones a lo largo de su carrera este tipo de misiones, cuyo número casi se equipara al de sus acciones de guerra (39). En agosto siguiente, la Mercurio ya está en la bahía de Montevideo. Su estancia en la Banda Oriental, esta vez, se prolongaría algunos meses más, durante los cuales se consumaba el «segundo sitio» de la plaza, por lo que la corbeta tuvo que realizar misiones de vigilancia en aguas cercanas, apoyando faenas de pesca y otras operaciones de provisión de bastimentos. Pero no sería por mucho tiempo, pues el 5 de marzo de 1813 Primo de Rivera ya está aparejando su corbeta para una travesía a la lejana Lima, adonde ha de acudir portando valiosos informes de la situación platense que debe entregar al virrey del Perú, de cuyo apoyo dependía la supervivencia misma de la acorralada Montevideo. Los documentos que hemos manejado no señalan por qué pasaje navegó la osada Mercurio para cruzar del Atlántico al Pacífico, pero es absolutamente seguro que fue por el cabo de Hornos, el mal denominado «pasaje de Drake» (40), por cuanto los derroteros de esta época, de confección española, se basaban en los informes emanados de los registros de las dos expediciones que, en 1785 y en 1788, mandó el capitán de navío Antonio Córdoba Lazo de la Vega, quien evitó el estrecho de Magallanes en toda su extensión (41). De resultas de ello, durante varias décadas, se prefirió pasar entre ambos océanos por el terrible (39) y vaya si le vino bien hallarse en la corte portuguesa, donde en ese momento «se cocinaba» la Historia. Allí concurrían don juan, doña Carlota (hermana de Carlos IV), lord Strangford, la Royal Navy…, lo que convertía a la sazón ese rincón del mundo en un espacio históricamente privilegiado. (40) Francisco de Hoces descubrió este pasaje en mayo de 1526, con la carabela San Lesmes, cincuenta y dos años antes que el corsario inglés. Cosas de la atroz «nordomanía» que afectó a muchos historiadores, al decir del uruguayo josé Enrique Rodó. (41) Entre los marinos que estuvieron a las órdenes de Córdoba hallamos a Cosme Damián de Churruca. 122 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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