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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

gERARDO MANUEL LóPEZ gARCíA pública, según mantenía el príncipe de Hesse-Darmstadt, era contraria a los Borbones (19). Las tropas del barón Sparr vadearon el río Guadalete y, por el pinar de Valdelagrana, se acercaron al río San Pedro, que también vadearon, para ocupar por último la población de Puerto Real, abandonada por sus habitantes. La toma de Matagorda se presentó como una empresa entreverada de dificultades. La lengua de tierra sobre la que se asienta el fuerte se halla flanqueada por su lado de poniente por el bajo de La Cabezuela, el cual impedía a la flota combinada destacar cerca de la orilla algún buque que apoyase con fuego los objetivos de la columna de operaciones y batiese a las galeras que ayudaban a los defensores del citado fuerte. En cuanto a la parte de levante, por ella discurre el caño del Trocadero, que propiciaba los ataques artilleros de las galeras hispanofrancesas contra el flanco angloholandés, de forma que las fuerzas del barón Sparr veían cómo durante el día se destruían los trabajos de atrincheramiento ejecutados por la noche, lo que provocaba numerosas bajas a los atacantes. La escuadra angloholandesa destacó varios navíos con la misión de entrar en el fondo de la bahía, para atacar a las galeras que hostigaban sus posiciones. El conde de Fernán Núñez intentó impedirlo tendiendo una cadena desde Matagorda hasta Puntales, lo que resultó imposible a causa del fuerte temporal reinante. Por ello mandó hundir dos navíos grandes cargados de piedra. Así las cosas, aunque el enemigo, aprovechándose de que el viento le era favorable, intentó por dos veces forzar el puerto a toda vela, sus buques, enredados en los navíos del fondo, y maltratados por los golpes que se dieron contra ellos y por los cañonazos de ambos castillos y galeras, quedaron en tan mal estado que desistió de la operación. El barón Sparr se convenció pronto de las dificultades de la empresa, y aunque pidió refuerzos, y el contingente inicial de 3.000 hombres fue incrementado en 800 soldados más, no pudo conseguir su propósito, de suerte que, transcurrida una semana del inicio del ataque, se retiró sin haber conquistado el castillo de Matagorda. A principios de septiembre, británicos y holandeses se retiraron, dejando 600 muertos en el camino. Unos y otros se dirigieron a Rota, donde embarcaron en falúas para alcanzar los barcos que los habían transportado. Pero las embarcaciones sutiles españolas, actuando con eficacia, hundieron muchas de tales falúas, lo que propició la reconquista de Rota y el apresamiento de su gobernador, el flamante marqués, quien fue ahorcado después de un juicio sumarísimo. Por fin, el 30 de septiembre, la armada enemiga, sabedora de que se acercaba la época de los fuertes temporales, frecuentes en la zona, levantó el cerco. Los jefes de la operación, despechados, acusaron de engaño al desinformado príncipe de Hesse-Darmstadt, quien, como hemos señalado antes, esperaba hallar en Andalucía un receptivo clima antiborbónico. Este, por su parte, se defendía achacando la animosidad hacia los atacantes a los vergonzosos (19) El príncipe, con poco tino, extrapolaba a Cádiz el sentimiento antiborbónico de los catalanes. 38 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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