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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

EL SHOCK Y LAS TRANSFUSIONES El control del shock en los heridos cobró el mayor interés. Los cirujanos volvieron a percatarse de que la baja presión sanguínea desencadenaba un shock, por lo que trataron de reemplazar el líquido vital mediante infusiones intravenosas de suero salino, pero los resultados fueron totalmente desalentadores. Ello inclinó, ya en 1916, a practicar la transfusión de sangre, aunque exclusivamente por el método directo (brazo a brazo, desde donante a receptor). Está acreditado que fue J. Roussel quien, en la guerra franco-prusiana, realizó la primera transfusión sanguínea seguida de éxito, basándose en la experiencia de James Aveling, que usaba una jeringa de doble conexión dotada de una perilla de goma para bombear más rápidamente la sangre desde el donante hasta el receptor. El resultado de esta innovación fue que, transcurrida la centuria, aquel aparato fue adoptado por los ejércitos de Francia, Austria, Bélgica y Rusia. En 1901 Karl Lansteiner había desarrollado una clasificación de tipos sanguíneos, pero su aplicación quedaba reducida a la probabilidad de las reacciones. 114  REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016 En la búsqueda de soluciones se usaron varios pretendidos anticoagulantes (el fosfato de sodio se utilizó ya en 1869) y los investigadores se esforzaron para extraer la fibrina de la sangre, pero ello se acompañó de la simultánea remoción de otros componentes valiosos. Siguiendo este camino, la introducción de tubos encerados o bañados en su interior con parafina, ya en 1917, para evitar la coagulación en los aparatos de transferencia, ayudó bien poco. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial Luis Agote había demostrado que el citrato sódico era un anticoagulante efectivo y, por primera vez, fue posible almacenar sangre para su uso futuro. En cualquier caso, por el método directo se llevaron a cabo frecuentemente las transfusiones después de que los ejércitos británico y norteamericano crearan los primeros equipos de reanimacióntransfusión y los destinaran a centros especiales de tratamiento de shock. Desde ellos, estas unidades sanitarias podían moverse rápidamente anticipándose a la posible producción de importantes y numerosas bajas. Y no era raro su despliegue hacia los hospitales de campaña. La guerra terminó antes de que pudiera aplicarse la transfusión a gran escala, pero la necesidad y el valor de las unidades de transfusión de campaña quedaron definitivamente establecidos. A partir de entonces, todo servicio médico importante se dedicó a preparar y perfeccionar unidades y centros de transfusión. Fuera como fuese, el estado de las transfusiones todavía era el de una criatura recién nacida y necesitaba crecimiento y maduración. La epidemia traumática que supuso la Gran Guerra implicó bajas tan numerosas como las producidas por las antiguas epidemias de enfermedades contagiosas. Entre todas aquellas bajas, el número de sangrantes fue tan elevado que las necesidades de sangre desbordaron las previsiones más pesimistas. Las Grupo de enfermeras


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