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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

hombres. La difícil reposición de los elementos del Arma, jinetes y caballos, se hizo sentir en unos ejércitos cuyos efectivos habían pasado de decenas a centenas de miles, incluso millones. También se puso de manifiesto que, como siempre, la caballería, para ofrecer su máximo rendimiento, precisa dos condiciones: espacio donde moverse y un mando idóneo. Entre estos destacó el general Allenby, tanto en Europa como en Oriente. Según el mariscal French, «El más grave peligro de desastre con que me vi amenazado en 1914 fue evitado por la bravura y habilidad desplegada por el cuerpo de caballería del general Allenby». El mismo general explicaba que «El valor de la caballería como Arma de combate ha aumentado hoy con el uso del avión. El servicio aéreo, ensanchando el horizonte visible al mando, hace posible para las masas de caballería la práctica de los golpes de audacia como los llevados a cabo en Mesopotamia, Palestina y Siria». Terminada la guerra, mucho se comentó y publicó sobre el valor y el futuro de la caballería. Había acuerdo general respecto a que sus unidades debían dominar el empleo del fuego y el arma blanca, sin tener preferencia por ninguno. Si antes se hablaba de la carabina y el sable o la lanza, después de la ametralladora y el fusil ametrallador, que entraban a formar parte de sus plantillas, el segundo incluso como arma antiaérea. Se consideró la necesaria colaboración e 88  REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016 integración en sus filas de los automóviles ligeros de patrulla, con cuatro hombres y un fusil ametrallador, los automóviles blindados para facilitar las amplias maniobras y que los carros de asalto dejasen de ser simplemente un ariete para ser vehículos de maniobra. De todas formas, en aquellos tiempos posbélicos no se olvidó el caballo. En la Caballería española, aunque ya en 1913 se preconizaba el empleo de las ametralladoras y en 1917 se aprobó el reglamento correspondiente, la doctrina de 1924 establecía que «A la Caballería se le asigna el arma blanca para combatir a caballo, y para el combate pie a tierra mosquetones con cuchillo bayoneta, fusiles ametralladores, ametralladoras ligeras transportadas a caballo y circunstancialmente granadas de mano y de fusil. Las grandes unidades del Arma deben estar dotadas de auto-ametralladora-cañón; pero el caballo es su elemento especial y esencial». La reforma no se inició hasta 1931, con la creación de un grupo de auto-ametralladora-cañón asignado a la división del Arma. Para el entonces comandante de Caballería Ángel Dolla, la Gran Guerra marcó una crisis del Arma, «crisis de su particularismo, de su exclusivismo, de su aislamiento». En cambio, confirmó y robusteció los conceptos de «flexibilidad, elasticidad y eclecticismo». Terminaba diciendo Ángel Dolla: «Descansemos tranquilos los jinetes. ¡Nuestro reino todavía es de este mundo!».  Caballería australiana camino de Jerusalén


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