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REVISTA GENERAL DE MARINA JUNIO 2016

MUJERES EN LA MAR Bartolomé CÁNOVAS SÁNCHEZ (RE) CTUALMENTE es totalmente normal encontrar mujeres desempeñando actividades a bordo de los buques, tanto de la Armada (en buques de superficie y/o en submarinos) como mercantes, sin ningún tipo de limitación; pero no siempre fue igual y esta es la razón que me ha animado a escribir este artículo. Si analizamos los apasionantes siglos xVII o xVIII, en la Armada, como en el resto de las marinas, estaba rigurosamente prohibido llevar mujeres a bordo (1) y, en nuestro caso, únicamente se permitía el traslado de las familias cuando iban o regresaban de ultramar. En el caso de la marinería británica, al referirse a la dotación, siempre se hace referencia a hombres de mar y guerra (O’Brian, 2004), como bien explica el almirante González-Aller (González-Aller Hierro, 2005), «la dotación casi nunca ponía pie en tierra, particularmente cuando el navío tocaba en puertos de la metrópoli, citándose casos de algún marinero con veinticinco años de servicio que había navegado por todo el mundo y no había abandonado su buque más de seis horas en todo este tiempo. Para quitarles las ganas de salir, los barcos estaban abiertos a todas aquellas mujeres de mala vida que se presentasen a bordo. Estas visitadoras tomaban la calidad de hermanas, primas o sobrinas del marinero que ellas designaban, y recibían el apodo eufemístico de Queen’s Caroline Daughters; solían permanecer a bordo hasta una semana, tiempo más que suficiente para dejar a toda la dotación sin un penique en el bolsillo» (Pillet, 1928). No obstante los reglamentos, los buques de la Marina británica en ocasiones llevaban mujeres a bordo, por lo general esposas de oficiales, suboficiales, (1) Ordenanzas de Patiño de 16 de junio de 1717, cap. xVI. 2016 815


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