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Revista General de Marina 269 4 nov

TEMAS GENERALES país en 1914, alcanzando la cifra de unos ochenta mil, eran considerados espías por los servicios secretos aliados; lo que tenía parte de verdad, ya que muchos de ellos, hombres de negocios o ingenieros al servicio de las multinacionales aquí establecidas, no se negaron a colaborar con una tarea por otra parte patriótica. Lo mismo ocurrió con los ciudadanos de otras nacionalidades residentes en nuestro suelo. Para Alemania, España tenía más interés que para franceses o ingleses, por lo que muy pronto montaron sus redes de espías, de propaganda y consular, que fue la fundamental, a la que dotaron de grandes medios humanos y económicos. Respecto al espionaje naval, la figura clave sería el agregado naval capitán de corbeta Hans von Krohn, personaje valiente, versátil y tan escurridizo que sus enemigos no consiguieron siquiera fotografiarle. Entre otras colaboraciones contó con la del joven teniente de navío Wilhelm Canaris, que «tanta tinta haría correr», al que se le encomendó la información sobre movimientos de buques enemigos y el establecimiento de una red de suministros para los submarinos en la costa andaluza y del Mediterráneo español. Muy pronto Krohn comenzó a ser una pesadilla, tanto para sus competidores como para el Gobierno español, pues sus servicios no cesaron en la actividad de espionaje y guerra secreta. Tuvo en mente introducir cargas explosivas en los mercantes que desde los puertos españoles del norte viajaban a Gran Bretaña; en las proximidades de Gibraltar organizó un importante dispositivo para la reunión de los responsables del suministro de los submarinos, y en Tarifa montó un operativo para vigilar el paso del Estrecho. Huelva también fue objeto de su atención para observar la salida de minerales de su puerto. Desde allí se consideró la posibilidad de alentar huelgas y sabotajes en las minas de Río Tinto, propiedad inglesa, lo que fue descartado. Von Krohn encontró su talón de Aquiles en la persona de Marthe Richard, una francesa germanoparlante que al llegar a Madrid en 1916 conoció al marino alemán, quien la fichó como agente de los servicios secretos de Alemania. Richard montó de forma encubierta una «oficina de reclutamiento» del servicio naval de espionaje alemán; pero Marthe pronto cambió de bando por su relación con el teniente de navío Stimson, miembro del Intelligence Service, e intentó robar importantes documentos a Von Krohn. Tras participar en el sabotaje del U-109, huyó a Argentina. Desde un principio, la colonia alemana en Barcelona se mostró muy colaboradora organizando una red de información, al frente de la que estuvo August Hofer, al que siguió en la labor el barón de Rolland, ayudado por sus compatriotas Bender y Herman. El que pasaría a la Historia del espionaje como almirante Canaris, por su conocimiento del idioma español comenzó a trabajar en la embajada alemana en Madrid, donde estuvo un año ejerciendo labores de contraespionaje y logística, iniciando aquí su carrera como espía y utilizando como cobertura su falsa 648 Noviembre


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