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Revista española de Defensa 324

Lo ocurrido en Venezuela y el resultado electoral argentino hacen prever cambios en el tablero latinoamericano Democrática a Venezuela a sus socios del MERCOSUR. Interés y expectación es la que mantienen también las naciones caribeñas que dependen de la energía que importan de Caracas a precios subsidiarios a través de Petrocaribe, claro ejemplo de la «petrodiplomacia » que fomentó Venezuela. Petrocaribe nació hace diez años en una época en la que los precios del crudo estaban al doble de los niveles actuales. Pero su progresiva caída y la victoria de la MUD están poniendo en tela de juicio esta iniciativa creada por un interés exclusivamente geopolítico. Se calcula que, bajo esta iniciativa, el año pasado se entregaron un promedio de 200.000 barriles diarios, menos del 10 por 100 de lo que produce Venezuela. Pero Petrocaribe no sería el único acuerdo que habría que revisar según las fuerzas opositoras al gobierno. Países como China y Rusia han dado créditos a Venezuela tras verse ésta sin posibilidades de financiarse en el mercado de capitales, llegando a acuerdos bajo unas condiciones desconocidas y, por lo tanto, sin saber qué se debe y a quién. Ni que decir que tanto Pekín como Moscú desean una estabilidad para que el país pueda cumplir con sus compromisos. El futuro venezolano también preocupa a su vecino colombiano, con el que comparte una frontera que ya de por sí enfrenta múltiples amenazas. EL FUTURO Volviendo al plano doméstico, otra incertidumbre que planea de cara al futuro son las Fuerzas Armadas del país. Éstas deberían ser devueltas al lugar al que pertenecen, el de la defensa de la soberanía nacional, y acabar con su politización. También sería necesario entregarles el monopolio de las armas, función que ahora comparten con organismos paralelos como las «milicias revolucionarias » o los grupos de choque paramilitares creados por Chávez. Estos grupos deberían ser desarmados y disueltos. De la misma manera, los servicios de seguridad nacional, en muchos casos ocupados por cubanos, tendrían que ser reestructurados. El 6 de diciembre la oposición logró capitalizar electoralmente un enorme descontento de los venezolanos, que le ha dado un poder inmenso para reescribir el juego constitucional. Podrá hacer una ley de amnistía política, aceptar o denegar el presupuesto, impulsar cambios de poderes ciudadanos, abrir procesos anticorrupción, aprobar un estado de excepción, o reformar la constitución. También podrán sancionar leyes habilitantes y remover miembros de las cúpulas del Consejo Nacional Electoral El presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante el discurso oficial que dirigió a la nación tras emitir su voto en las elecciones del pasado día 6 de diciembre. y del Tribunal Superior de Justicia. ¿Hasta dónde será capaz la oposición de llegar? Y, en todo caso ¿cómo reaccionará el gobierno de Nicolás Maduro ante la presión? El cambio que han votado los venezolanos requerirá de altas dosis de inteligencia por ambas partes si no se quiere caer en la ingobernabilidad del país. La oposición deberá integrar a ese votante descontento y, en cierta medida prestado, que continúa desconcertado ante la realidad económica y social, y deberá lograrlo sin hacerle sentir que está traicionando su pasado. Además, será primordial que la oposición controle la velocidad del cambio porque las medidas más convenientes para el país no serán tan rápidas como lo desearon en el pasado María Corina Machado y Leopoldo López, ni tan lentas que pierdan el impulso. El chavismo, por su parte, tiene como reto despertar y reinventarse, algo que a día de hoy parece complejo y poco probable. Porque su problema es que nunca se preparó para ser oposición. Si se pone en línea de confrontación contundente y sin querer escuchar empujará a una reforma constitucional que le acorte el mandato. Los venezolanos han decido actuar por los canales regulares de la democracia. Han mandado el mensaje de ponerse a trabajar primero en una solución de la crisis económica, segundo en la emergencia social, y tercero en acabar con la polarización y resolver la crisis política. El reto de la nueva Asamblea Nacional será quizás el más grande que haya tenido nunca, y 2016 pondrá a prueba a ambas bandos en una tarea que ninguno de los dos podrá asumir por separado. Carlota García Encina Investigadora del Real Instituto Elcano Enero 2016 Revista Española de Defensa 59 Miguel Gutierrez/EFE


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