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Revista española de Defensa 325

internacional cualquier proceso de desarme nuclear. Estados Unidos y Rusia, que juntos acumulan el 95 por 100 del arsenal atómico mundial, están viviendo un momento de tensión y desavenencias sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría. Incluso parece que la Destrucción Mutua Asegurada, pilar que durante los años de los bloques mantuvo a raya el empleo del arma nuclear bajo el paraguas del terror, empieza a resquebrajarse. Es más, las armas nucleares ya no son el instrumento para mantener el statu quo, sino más bien para intentar cambiarlo. Rusia, y en cierta medida China, La estrategia militar de Corea del Norte (en la foto, un desfile de noviembre de 2015 en Pyongyang) contempla que «borrará del planeta» a sus enemigos si el país es atacado. no están conformes con el actual orden internacional definido por la supremacía de Occidente. Por primera vez en la Historia, durante la crisis de Ucrania de 2014 el presidente ruso, Vladimir- Putin, afirmó que, si entraba en guerra, no consideraba el uso de sus armas atómicas como «último recurso». Los ejercicios militares rusos de los últimos años incluyen ataques nucleares simulados contra capitales como Varsovia o Estocolmo. China tampoco descarta el empleo del armamento estratégico: su nueva doctrina militar reconoce que la actual potenciación de su arsenal nuclear está diseñada para otorgar a sus Fuerzas Armadas la posibilidad de responder usando un «segundo ataque». Sin menospreciar los alardes de Moscú o Pekín, el auténtico temor señalado por todos los especialistas emana no tanto de las cinco grandes potencias nucleares (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido) sino de los nuevos actores. Se trata de potencias regionales, muchas de ellas inestables e incluso enfrentadas entre sí, que poseen armas mucho más versátiles —las cabezas tácticas están ganando peso respecto a las estratégicas— que confieren un nuevo status a la doctrina nuclear. El arma nuclear ya no es un garante, sino un arma real. También una moneda de cambio para conseguir compensaciones económicas. Irán acaba de conseguirlo y Corea del Norte lleva más de 20 años tomando el pelo a la comunidad internacional: en 1994 llegó a un acuerdo con el entonces presidente Clinton y tras recibir parte del dinero se constató que no había cumplido lo acordado. Ahora no sólo exige más dinero y sino también ser reconocida, y sobre todo tratada, de misiles balísticos considerado por los expertos el mejor del mundo) sigue imparable. Y no es la única. Veinticinco años después del fin de la Guerra Fría, quedan en el mundo unas 15.700 ojivas nucleares, aunque la cifra real es imposible de determinar con exactitud. Y pese a que este número supone un 25 por 100 menos del que existía en 1989, la amenaza real de que alguien pueda hacer explotar una bomba atómica es hoy mayor que nunca. Cuando en abril de 2009, un recién elegido Barack Obama pronunció su famoso discurso en Polonia en el que proponía un planeta sin armas atómicas para la próxima generación, nadie le consideró un iluso, sino un estratega capaz de conseguir algo factible. Es más, fueron esas famosas palabras las que, en buena medida, decantaron al jurado para concederle el hoy tan cuestionado premio Nobel de la Paz. Un año después de ese discurso, Obama viajó a Praga para firmar con su entonces homólogo ruso, Dimitri Medvédev, el Tratado START III de reducción de armas estratégicas, y, apenas unos meses más tarde, todos los miembros del Tratado de No proliferación Nuclear (TNP) mantuvieron una entonces crucial reunión en la que se comprometieron a que todos los países compartiesen su tecnología nuclear para que siempre fuese utilizada con fines civiles, y a poner en marcha procesos de desarme hasta llegar a la Opción Cero. Hoy el Tratado START ha sido suspendido por la política de Rusia en Ucrania. La última reunión del TNP, celebrada en mayo de 2015, reconoció que no se habían conseguido ni uno solo de los objetivos. NUEVAS REGLAS DE JUEGO Es más que evidente que lo que hace apenas quince años parecía factible hoy es una quimera. En esta década y media la realidad estratégica ha dado un importante giro en el que la inestabilidad, la crisis económica y, sobre todo, la amenaza terrorista han ganado puntos respecto a la confianza necesaria para El presidente ruso afirmó en 2014 que ya no consideraba el uso de las armas atómicas como «último recurso» Febrero 2016 Revista Española de Defensa 47 KCNA/EFE


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