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Revista española de Defensa 325

Misiles balísticos Scud b norcoreanos expuestos en el Museo Memorial de Seúl como supuestas reliquias de una contienda pasada. La guerra INTERMINABLE Aunque las cabezas nucleares se han reducido en las últimas décadas, la posibilidad de que alguien —estado o grupo terrorista— haga uso de ellas es hoy más real que nunca Jeon Heon-Kyun/EFE UNA vez más, Corea del Norte lo ha vuelto a hacer. O mejor dicho, ha sido uno de los peculiares miembros de la dinastía Kim quien ha reactivado las alarmas y recordado al mundo que el fantasma de la amenaza nuclear sigue planeando sobre nuestras cabezas. El entusiasmo suscitado el pasado verano por el acuerdo suscrito entre Irán y el Grupo de los Seis (las cinco grandes potencias más Alemania) por el que el régimen de los ayatolás abandonaba la parte militar de su programa nuclear, ha sido un tanto efímero. El 6 de enero, el último de la estirpe que lleva más de cuatro décadas tiranizando Corea del Norte —y según todos los indicios, el más histriónico, desequilibrado e imprevisible de todos— anunció a bombo y platillo que el país había realizado su cuarta prueba nuclear (la segunda desde que Kim Jong Un asumió el poder hace tres años) y que, en esta ocasión, habían conseguido explosionar su primera bomba de Hidrógeno. Aunque todos los indicios hacen pensar que en realidad era una de fisión mejorada —el seísmo que produjo fue de 4,1 y la de Hidrógeno provocaría uno de 6,8—, lo relevante no es qué tipo o cuántos millones de personas sería capaz de matar el artefacto, sino que la carrera nuclear coreana (acompañada por un constante desarrollo de un programa 46 Revista Española de Defensa Febrero 2016


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