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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO-SEPT 2016

CENTENARIO DE LA CREACIóN DE LA AERONÁUTICA NAVAL rio, con vientos flojos o en calma. Sin embargo, y eso será una constante durante estos florecientes años, solamente se estaban poniendo los mimbres de lo que estaba por venir, y las nuevas generaciones de marinos y pilotos muy pronto comenzarían a trabajar sobre la doctrina creada tras estos primeros pasos. Además y como si de un paquete completo se tratara, durante ese mismo año 1957, nuestra Armada recibía los dos primeros destructores de la clase Fletcher —Lepanto y Almirante Ferrándiz— que, posteriormente, junto con el Almirante Valdés, el Jorge Juan y el Alcalá Galiano, con el sobrenombre de «Los Cinco Latinos», formarían la 21.ª Escuadrilla. Unos y otros, «Cinco Latinos» y «Pepos», permitieron a la Marina española hacer sus pinitos iniciales en el complejo y apasionante mundo de la guerra antisubmarina moderna, efectuando los primeros CASEX (ejercicios antisubmarinos). Mientras todo esto pasaba, se produjo otro hecho de relevancia histórica cual fue el traslado de los Grupos de Helicópteros a Rota, no solamente por razones de idoneidad y oportunidad, sino también por motivos de política exterior —dar un uso «nacional» a la nueva base hispanoamericana— y de política interior —asegurar que ese uso fuera «aeronaval»—. Ello permitió además un fluido contacto con marinos y pilotos norteamericanos de los que, poco a poco, iría permeando gran parte del saber que iluminaría futuras decisiones. El Arma Aérea de la Armada tendría, desde entonces, un cierto acento andaluz que habría de perdurar hasta nuestros días. Pero no únicamente andaluz, pues la continua y creciente simbiosis táctica creada entre los helicópteros S-55 y los nuevos destructores Fletcher acabaría dándole un inequívoco toque cartagenero. De hecho y con la finalidad de evitar los largos tránsitos entre Rota y Cartagena y aumentar las posibilidades de adiestramiento entre ambos tipos de unidades, en 1961 se crearía la Segunda Escuadrilla de Helicópteros (S-55), integrada por dos patrullas, la primera formada por cuatro helicópteros basados en el helipuerto de Rota, bajo «dependencia jurisdiccional» del capitán general del Departamento Marítimo de Cádiz, y la segunda, compuesta por tres, con equipo sónar, bajo dependencia del capitán general de Cartagena y a las órdenes directas del contralmirante jefe de la Agrupación Naval de Instrucción. Visto desde una perspectiva actual, tales disposiciones podrían parecernos un auténtico despropósito organizativo y hasta cierto punto desintegrador, especialmente en unos tiempos en los que la dependencia orgánica, basada en criterios geográficos, tenía un gran peso específico, pero seguro que en términos de aprendizaje y desarrollo doctrinal aquellos años permitieron dar pasos de gigante en la modernización de nuestra Armada. Mientras todo esto pasaba y se cumplían diez años de la llegada a España de los primeros Bell 47-G, el Estado Mayor de la Armada, lejos de aminorar la marcha, seguía trabajando para consolidar lo logrado sin dejar por ello de crecer. Por un lado, se creó la Sección Especial del Arma Aérea, cuyo primer jefe fue el capitán de fragata Saturnino Suanzes de la Hidalga, quien acababa 2016 239


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