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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

LA PARTICIPACIÓN DE LOS TERCIOS VASCONGADOS… 141 En cambio, en la tradición foral, los mandos de los Tercios eran de-signados por las Juntas Generales, la Diputación o los ayuntamientos, según los casos. Por ejemplo, en Guipúzcoa eran las Juntas o la Diputa-ción quienes designaban al coronel y a los sargentos mayores, mientras que los mandos de las compañías (es decir, capitán, alférez, sargento, etc.) eran nombrados por los concejos22. Ahora bien, en 1859 las propias Diputaciones vascas fueron conscientes de que seguir los viejos proce-dimientos y entregar el mando de las tropas a militares retirados, y a los propios alcaldes y regidores de los pueblos, como se hacía antiguamente, era inviable desde el punto de vista de la eficacia. Resultaba por tanto obligado el concurso del Ministerio de la Guerra, al ser la autoridad competente sobre los militares profesionales en activo. No obstante, ad-mitiendo que debía ser el Ministerio quien realizase los nombramientos, las corporaciones vascongadas pretendían intervenir en el proceso de designación, elevándole sus propuestas. Se partía también de la base de que los jefes y oficiales habían de ser naturales de las Vascongadas, en atención a la particular lengua y costumbres de estos soldados, y para la mejor organización y resultados militares de esta fuerza. Por ejemplo, la Diputación de Guipúzcoa propuso el 18-11-1859 el nombramiento del jefe de los migueletes de la provincia (Antonio Ur-dapilleta, 2.º comandante23 del Ejército retirado) como 2.º comandante del 2.º Tercio, y a otros dos mandos del mismo cuerpo (asimismo oficia-les del Ejército en situación de retiro) como capitanes de compañía. Los tres se habían presentado voluntarios a la corporación para incorporar-se a los Tercios, y esta los elevó a la consideración del Gobierno como “leales servidores del Estado y de la provincia”. La Diputación recibió también los ofrecimientos de otros militares guipuzcoanos, que se postularon para recibir algún mando en los Ter-cios; en concreto, incluyendo los tres oficiales de migueletes arriba cita-dos, fueron seis comandantes, siete capitanes, once tenientes, dos tenien- 22  GOROSABEL: op. cit., tomo ii, pp. 677-682. ECHEGARAY: op.cit., pp. 178-179. VICARIO Y DE LA PEÑA, Nicolás: Memoria acerca del servicio militar de los vascongados. San Sebastián, 1905. TRUCHUELO: ”El deber de servicio mili-tar…”, cit., p. 258. GUEVARA: op.cit., p. 168. MARTÍNEZ RUIZ: op.cit., pp. 522-523. SORIA SESÉ, Lourdes: “La defensa militar en el ordenamiento jurídico foral”, en Iura Vasconiae, 4, 2007, pp. 345, 357-358. AGUIRRE ÁLVAREZ, Mi-guel Ángel: “Los alardes de armas en el País Vasco”, en Ejército, 690, julio-agosto 1998, pp. 72-75. 23  En este texto nos referimos habitualmente al “empleo” (no al “grado”). Así, Ur-dapilleta tenía el empleo de 2º comandante (aparte, y como solía suceder en la época, Urdapilleta tenía también el grado de teniente coronel, principalmente honorífico).


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