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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

UN MITO CONVERTIDO EN TÓPICO: LOS SUICIDIOS EN EL… 233 él, el Consejo decidió procesar al general Berenguer, al general Navarro y a otros jefes y oficiales de la Comandancia General de Melilla que no había considerado el general Picasso. Berenguer presentó, una vez más, su dimisión, que le tuvo que ser aceptada. Las consideraciones del fiscal y del Consejo en sus escritos eran otras tantas manifestaciones de las desavenencias que había en el Ejérci-to. Berenguer se quejó más adelante en la prensa de que fuese “el general Aguilera, que era capitán general de la 1.ª Región cuando se enviaron los primeros refuerzos a Melilla, a raíz de la catástrofe, y, por consiguiente, el responsable de la deficiente, casi nula y mala instrucción que llevaban estas fuerzas, sea el que vaya a juzgarme ahora”3. El enfrentamiento entre ambos generales se trasladó hasta el Sena-do. En la sesión del 14 de julio de 1922, Berenguer daba cuenta de su gestión como alto comisario en los días de Annual y se quejó de que su procesamiento se hubiese decidido a espaldas del Gobierno. Estaban presentes Sánchez Guerra (jefe del Gabinete) y Aguilera (presidente del Consejo Supremo), que entraron al debate, dejando claro, efectivamen-te, que la decisión se había tomado al margen del Gobierno4. La tramitación del expediente por el Consejo Supremo de Guerra y Marina impulsó la reactivación de los procedimientos judiciales que se seguían en los tribunales militares de Melilla. La Auditoría de Melilla no se había constituido hasta enero de 1922, y en julio solo se había fina-lizado un proceso de los 58 iniciados. Esa reactivación y la ampliación de los procedimientos hizo que aflorase de nuevo el malestar en el Ejército. El general Olaguer dimitió como ministro de la Guerra y optó por tomar su cartera el propio pre-sidente del Gobierno que inmediatamente recordó a los oficiales que estaban prohibidas las manifestaciones a los medios de comunicación. Y para sustituir a Berenguer en la Alta Comisaría se designó al gene-ral Burguete, que enseguida hizo manifestaciones públicas sobre su cri-terio restrictivo en cuanto a la presencia militar en Marruecos. La misión del Ejército debería quedar reducida prácticamente a tareas de patrulla. Sin embargo, a finales de agosto, Burguete le planteó al Gobierno llevar a cabo la ocupación de Tafersit, Buhafora y aún mejor: Tizzi Assa, que tenía particular importancia para realizar posteriores avances hacia Alhucemas. 3  El Heraldo de Madrid, 28 de octubre de 1922. 4  Diario de sesiones del Senado, 14 de julio de 1922.


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