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REVISTA GENERAL DE MARINA AGOSTO SEPTIEMBRE 2014

PRIMER CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL... ataque en inmersión de un submarino iba en contra del Derecho Marítimo Internacional, ya que no aplicaba el derecho de visita, ni se incautaba de la presa, ni se hacía cargo de la dotación. No obstante, ante la indiscutible superioridad naval del enemigo, la estrategia naval alemana se centró en una guerra de desgaste que ahogase al Reino Unido. Tras el hundimiento de la escuadra de Graf von Spee en las Malvinas, se vio claramente que los únicos buques que podían patrullar en solitario atacando al tráfico mercante con posibilidades de sobrevivir eran los submarinos, por lo que Estado Mayor General, con permiso de Exteriores, declaró el 4 de febrero zona de guerra las aguas de Gran Bretaña, Irlanda y el canal de la Mancha, y a partir del 18 de ese Otto Weddingen. mismo mes todo navío mercante enemigo que navegase por esas aguas podía ser hundido sin previo aviso, si bien la presión de Estados Unidos hizo que Alemania excluyese a los buques neutrales de esta amenaza. Como respuesta a esta declaración de intenciones, los gobiernos de Francia y el Reino Unido decidieron no respetar las declaraciones del Congreso de París de 1856 en lo que atañía a la inviolabilidad de las mercancías enemigas bajo pabellón neutral, además de minar todas las aguas próximas a las Islas Británicas y bloquear el tráfico mercante a los puertos alemanes. Los submarinos, que se convertirían en el arma más sofisticada y eficaz de la Gran Guerra, eran apenas unas embarcaciones capaces de hacer inmersión con una cierta garantía de volver a salir a la superficie, en unas condiciones más que penosas de habitabilidad para sus sufridas dotaciones, confinadas en cámaras malolientes, respirando una atmósfera cargada de gases procedentes de los motores y de la carga de baterías, con una higiene muy limitada al no tener duchas y durmiendo a cama caliente entre los tubos lanzatorpedos. 2014 305


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