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MEMORIAL INGENIEROS 90

MEMORIAL DE INGENIEROS N.º 90 108H I S T O R I A truir un pájaro robot; el gran Leonardo da Vinci dibujó bocetos de un caballero robot, y en 1738, Jacques de Vaucanson hizo un androide que podía tocar la flauta. Pero los robots militares, que se emplearon en misiones de guerra, datan de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos podemos citar los Goliat alemanes, capaces de cumplir misiones de levantamiento de minas (similares al actual PakBot de Ingenieros), o los carros de combate soviéti-cos mandados a distancia. En nuestros días, las naciones más avanzadas han invertido grandes sumas de dinero en proyectos bélicos (soldados mecánicos y camiones autó-nomos) y otros artefactos semiautónomos, con diferente Figura 8. Robot submarino grado de éxito. En todo caso, podemos afirmar que los robots están lejos de cumplir misiones militares de forma totalmente autónoma, sin la intervención, al menos, de al-guien que decida el momento de dar la orden de fuego. Desde el punto de vista técnico, en cuanto se habla de robots, enseguida nos tropeza-mos con la IA, y por supuesto con ordenadores avanzados (la informática), entre otras disciplinas. La persona más influyente en el campo de la IA fue el gran matemático y científico bri-tánico Alan Turing, de quien se conmemoró en el año 2012 (22 de junio) el primer cente-nario de su nacimiento. Durante la Segunda Guerra Mundial, el trabajo pionero de Turing en el descifrado de códigos influyó sin duda en el resultado de la guerra. Los Aliados, incapaces de descifrar el código secreto encriptado por la máquina Enig-ma de las Fuerzas Armadas alemanas, pidieron a Turing y a su equipo que construyeran una máquina capaz de descifrar ese código. Así surgió la máquina de Turing llamada la Bomba, que permitió a los Aliados leer en claro los mensajes cifrados de los alemanes. Sin embargo, hoy día Turing es quizás más conocido por su “test de Turing” respecto a la IA, y las leyes de las máquinas de computación. Porque después de la guerra, el trabajo de Turing fue clasificado como alto secreto y permaneció desconocido para la mayoría de la sociedad. En vez de ser aclamado como un héroe de guerra, Turing, acusado de homosexual, fue perseguido hasta su muerte. Se suicidó en 1954, comiendo una manzana envenenada con cianuro. El logo de la Apple Corporation, en sus ordenadores y otros aparatos, una manzana con un mordisco, honra su recuerdo. Sirvan, pues, estas modestas líneas dedicadas a Turing, como humilde tributo de res-peto y de profunda admiración a su brillante labor. La arquitectura de todo el mundo digital, y nuestra era de la información, tiene con Alan Turing una deuda impagable. Puesto que vemos con frecuencia robots en las películas y en la televisión, pode-mos pensar que el desarrollo de robots sofisticados, con IA, está a la vuelta de la esquina. La realidad es muy diferente. Ni siquiera la máquina inteligente más avanza- da actualmente, es capaz de superar el test de Turing, ni siquiera las que emplean memristores. Los robots actuales tienen dificultades tales como maniobrar en una habitación llena de muebles, encontrar lugares ocultos y reconocer el peligro, acciones que incluso las cucarachas pueden realizar mejor.


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