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ción “Golondrina”… Pero ni él, ni González Serrano (cronista de la posguerra) se han detenido en los más que interesantes episodios de la “aviación canaria”, sus destacamentos en el Aaiún y Villa Cisneros, las estafetas ZACAO etc. que no queremos dejar de citar, aunque sea para comentar su ausencia, dando pistas y bibliografía de la propia Revista. III.- LOS GRANDES VUELOS Se programó este capítulo como “La época de los grandes vuelos” con la idea de que, sin menoscabar el protagonismo de éstos, se recordasen las otras actuaciones que fueron marcando la personalidad de nuestra Aviación Militar desde la pacificación de Marruecos (1927) hasta la guerra civil (1936). Periodo, como se sabe, muy turbulento políticamente, al que preceden las grandes hazañas aeronáuticas españolas que asombraron al Mundo. Mejor dicho, “a propios y extraños”: a los primeros, por la fama imperecedera que aportó nuestro despliegue mediático y emocional, y a los segundos por recordar que no siempre quisieron reconocer nuestros éxitos como se debía… A los tres raids iniciales, cuyos proyectos se forjaron en plena guerra de África, siguieron muchos otros, acompañados de numerosos récords obtenidos por los pilotos de nuestro joven servicio, en abierta competencia con los no menos jóvenes de todo el mundo. En otros trabajos de este volumen se detalla la evolución orgánica de la primitiva rama del Servicio de Aeronáutica y su forja marroquí. Al comenzar el segundo cuarto de siglo había alcanzado una organización y unos recursos que la llevaban a mantener una imagen y una actitud no siempre bien vista (¿envidia o caridad? diríamos hoy) por otros estamentos militares. Pero ello no justifica hablar de “politización”, que no fue mayor que en otras armas, cuyos resquemores pudieron afectar a la permanencia o abandono del servicio de determinados pilotos, pero nunca afectaron ni a la disciplina, ni a la lealtad, mantenidas en todo momento. Época turbulenta, decimos, que no podemos pasar por alto sin unas pinceladas (rápidas, eso si) para esbozar la especial personalidad del ya no tan nuevo ni elemental Servicio. Aparte de la Aeronáutica Naval (creada en 1917), con sus divisas y empleos propios, el personal volante se decantó en tres clases (RD 17-III-1920): pilotos aviadores oficiales, oficiales observadores y pilotos de tropa. La primera reorganización integral tuvo lugar en 1922 (RD 15-III) con la creación de la Escala del Aire, donde causaba alta el personal navegante de las diferentes Armas (en las que pasaban a supernumerarios, pero en las que debían ascender). Al crearse categorías propias (desde oficial aviador hasta jefe de Escuadra), los ascensos por méritos de guerra y la actitud de diferentes armas como ingenieros artillería con sus escalas cerradas (que impedían los avances por méritos en el escalafón), dio lugar a conflictos de antigüedad y a no pocos enfrentamientos personales que sólo el compañerismo del riesgo y un acendrado espíritu militar permitía superar. De ahí la incoherencia de algunos relevos de mando y de ahí, también, el origen de la suspicacia tierra-vuelo que sintetiza Ramón Franco entre “lo que dicen los teorizantes y lo que hacen los que vuelan”. Esto y los reproches mutuos de actitudes frente al enemigo propiciaron cierta “politización”, pero, realmente, ésta no se produjo hasta muy avanzada la Dictadura, (posiblemente al crearse la Unión Patriótica en 1924). Si hubo cierta polarización entre conservadores y progresistas de algunas Unidades, pero la afiliación y el enfrentamiento real fue muy posterior y no tan importante como se ha dicho (Asociación Militar Republicana, 1930). Primo de Rivera auspició la más profunda reorganización del Servicio (RD 23-III-1926): uniforme verde, con divisas y recompensas propias; recluta de oficiales por concurso, menores de 27 años, de las Armas combatientes y Estado Mayor; plantillas (tres jefes de Escuadra, 140 oficiales aviadores, etc.). Kindelán, que era “jefe de Base”, fue nombrado jefe Superior del Aire y al ascender a general (1929) se le confirmó como jefe del Servicio de Aeronáutica, hasta que con el fin de la dictadura es cesado por Berenguer y sustituido por el igualmente general Balmes. Mientras, las empresas de los hombres del aire cosechan éxitos y fracasos, comenzando a destacar una serie de nombres importantes. La efervescencia política “anti Primo” produce desórdenes universitarios, la sedición de la Academia de Caballería (1928), la disolución del Arma de Artillería (1929) y, finalmente, el gobierno provisional del general Berenguer. La actividad de la Asociación Militar Republicana, impulsada por Ramón Franco, se vuelve frenética: tras producirse los sucesos de Jaca (rebelión militar, pura y dura) y la también fracasada sublevación de Cuatro Vientos, la Segunda República está a la vuelta de la esquina. Poco antes de su proclamación, debido a los sucesos de Cuatro Vientos, a principios de 1931 (RD 8-I) otra vuelta de tuerca antiaeronáutica supone el desmantelamiento de la Escala del Aire: fin del uniforme verde, 14 días de plazo para quedarse o regresar a las unidades de origen, reorganización en Batallones, Sección y Dirección (su jefe, general Lombarte, será sustituido por R. Franco el mismo 14 de abril, con los comandantes Pastor y Riaño a la cabeza, el día 27). Azaña, ministro de la Guerra en el Gobierno provisional republicano, sanciona el Cuerpo General de Aviación (D 26- VI-1931) el mismo día en que se destituye a Franco con flamante uniforme azul y una plantilla de 2.687 “efectivos”, Pastor, jefe de Aviación pasa a depender directamente del Ministerio de la Guerra. Como curiosidad cabe recordar que una Ley de 1932 (12- XII) sobre el reclutamiento de la oficialidad, cita por primera vez el “Arma” de Aviación, a continuación de las cuatro tradicionales. Se producen enormes bandazos en la entidad y nombramiento de mandos que muestran un panorama cuanto menos “pintoresco” lo que no obsta para nuevos empeños aéreos singulares. Entre ellos destaca el del “Cuatro Vientos”, considerado “el último de los grandes vuelos”, realizado poco tiempo después del nombramiento del capitán de Artillería Ismael Warletta como primer director general de Aeronáutica (3-VII-34). Éste, que desarrolló una gran labor, fue sustituido por el general Goded (1-XI-35) a quien sucedió el igualmente general Núñez de Prado (11-I-36), con quien el teniente coronel Joaquín González Gallarza (breve sustituto del comandante Pastor y del teniente coronel Apolinar S. de Buruaga en la Jefatura de Aviación) es relevado por el general Carlos Bernal. El estallido de la guerra civil era ya inminente. Como es natural no podemos entrar ahora en detalles sobre la pléyade de nombres conocidos que aparecen en la época previa al enfrentamiento general de 1936. Aquí basta 11 La primera reorganización integral tuvo lugar en 1922 (RD 15-III) con la creación de la Escala del Aire, donde causaba alta el personal navegante de las diferentes Armas. Al crearse categorías propias, los ascensos por méritos de guerra y la actitud de diferentes armas como ingenieros artillería con sus sus escalas cerradas, dio lugar a conflictos de antigüedad y a no pocos enfrentamientos personales que sólo el compañerismo del riesgo y un acendrado espíritu militar permitía superar


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