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cuentra ningún instrumento parecido. La de los dólares, una fortuna para la época, no se comprende que decenas de años después siguieran viviendo en la montaña donde todos los señalaban como asesinos. Muchos años más tarde, en 1982, el canal 13 de la Televisión Independiente de México ofreció un documental que tuvo un gran éxito. El inspirador y el alma de dicho programa fue el periodista Jesús Salcedo. Dedicó toda su investigación, que no fue poca, y por tanto el programa, a la tesis que el Cuatro Vientos cayó en la Sierra de Mazateca en el cerro de La Guacamaya, olvidando las otras posibles hipótesis. Salcedo pudo realizar una expedición al lugar de los hechos y entrevistar a Sixto Carrera y a su hermano Bonifacio, testigos presenciales de lo ocurrido en 1933 y el segundo de ellos señalado como el asesino directo de Barberán y Collar. El texto del documental termina con la siguiente afirmación: “Más tarde, con la ayuda de los datos obtenidos por Jesús Salcedo, los oficiales de la misión militar buscan y encuentran, en medio de la vegetación de la montaña, la cueva en que fueron ocultados los restos del avión. Cae así en su lugar la última pieza del rompecabezas, se revela así la última clave del misterio. Todos los datos, todas las declaraciones, todas las hipótesis comprobadas son confirmadas por los habitantes del lugar; sus nombres se conservan en secreto para proteger su integridad” El documental fue un éxito periodístico en su momento y el periodista Salcedo obtuvo un gran crédito por su trabajo, pues por primera vez se tuvo la oportunidad de conocer las montañas, los caminos, lo intrincado de la selva, la majestuosidad de los árboles, así como ver y escuchar a los posibles protagonistas de los hechos. Sin embargo, el documental no ofreció ninguna novedad en torno a la cuestión esencial de si el Cuatro Vientos cayó o no en La Guacamaya y si los pilotos fueron asesinados. Por el contrario, se insiste en los mismos argumentos: el robo de joyas, billetes, oro y armas y que el avión y pilotos fueron arrojados a un pozo. Sobre las armas, dinero, oro etc., sabemos que no iban a bordo del avión pues hasta las condecoraciones y regalos los transportaba el sargento mecánico Madariaga. Respecto a los restos del Cuatro Vientos, ninguna expedición ha ofrecido una muestra inequívoca de haberlo encontrado. Para finalizar, en diciembre del año 2002, la Comisión de Investigación Técnica de Accidentes de Aviones Militares española, realizó un estudio como si el accidente se hubiera producido ese año y aplicó sus técnicas de investigación. La conclusión a que llegó es que con bastante probabilidad se puede decir que el avión Cuatro Vientos, cayó al mar en la bahía de Campeche, no muy lejos de Frontera, en su camino hacia Veracruz. A partir de este momento es cuando la odisea del Cuatro Vientos cobra su verdadera nostalgia. ¿Cayó al mar, como afirma el informe oficial, tanto de Ramón Franco como de la CITAAM, o, por el contrario, se precipitó a tierra y sus pilotos, que sobrevivieron al accidente, fueron asesinados? Ahora, a muchos años de distancia, cuando las pasiones se han serenado, cuando el miedo a un castigo ya no existe, cuando todos los actores principales del drama han muerto, solo queda una cosa: esperar a que pueda aparecer algún indicio que nos descifre el gran enigma del Cuatro Vientos. Hasta entonces, cualquier hipótesis comprobable, que nos acerque al misterio de su desaparición, será bien recibida. El progreso que brinda al mundo la aeronáutica, motivó a una parte de la juventud española pletórica de fe y de entusiasmo a volar aún más alto que las águilas. Así es, como, a través del mar y de la tierra, un conjunto de jóvenes aviadores españoles, asombraron al mundo, cubriéndose de gloria para siempre; fueron un genial colofón a toda una época de la Historia de España. Podríamos afirmar que la Escuadrilla Atlántida llevó a las tierras lejanas y casi vírgenes de Guinea, de la misma manera que el Plus Ultra y el Jesús del Gran Poder a América hispana, la Patrulla Elcano a Filipinas y el Cuatro Vientos a Cuba y México, todo el inmenso cariño que los españoles sentíamos y sentimos hacia esas tierras. 155 Barberán y Collar, comunicando con sus familias, desde el “Diario de la Marina”


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