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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 317

cultura de Pensacola; a la Francia revolucionaria y las guerras contra Inglaterra. En la exposición, el San Juan Nepomuceno, junto a su capitán Cosme Damián Churruca, invita al visitante a tomar parte en la batalla de Trafalgar, librada frente a las costas de Cádiz. Churruca aúna en su persona el espíritu de esa Marina científica y militar con dotes de mando, y —según explicaron los organizadores— supo superar un incipiente intento de sublevación por parte de unos hombres que poco después le seguirán sin duda alguna —y hasta la muerte— en el combate librado en aguas gaditanas. TAMBIÉN HAY MOTINES El británico teniente de navío Bligh, capitán del siguiente barco, no tuvo tan buena mano con sus subordinados en la Bounty (1788). Sobre su historia no sólo se ha escrito en numerosas ocasiones, sino que además ha tenido más de una versión en el cine, con actores, como Marlon Brando y Mel Gibson, que en ambos casos dieron vida al primer oficial Instrumentos empleados en la navegación decimonónica, como el que aquí se recoge, ayudan a comprender su evolución. Fletcher, líder de los amotinados. Otros casos de motines famosos son el del acorazado ruso Potemkin en 1905 o el del ballenero Glove. Entre la marinería española, los casos de sublevación son escasos, comentaron Reverte y Carrión, aunque «haberlos, los hay». Ambos organizadores citaron en su intervención el nombre del Asia (1825) y la muestra indica otro más, el del acorazado Jaime I en el año 1936. La enfermiza batalla sin cuartel entre el capitán Ahab y Moby Dick —novela escrita en 1851— sirve para ilustrar no sólo la caza del gran mamífero marino —importante fuente de ingresos para algunas comunidades—, también enseña la vida a bordo de los barcos del siglo XIX. Dicho relato, creado por el norteamericano Melville, cuenta con traducciones a todas las lenguas, películas y hasta tres musicales. En este momento, la muestra sigue su camino en la sala superior. Unos pocos escalones permiten al visitante, antes de seguir, echar un vistazo atrás para tener una primera visión global de la misma. Esta panorámica resalta los objetos que apoyan el discurso de los tiempos recorridos hasta ahora y de los avances experimentados en el mundo de la navegación, a la que enseguida —tan pronto como terminemos de subir la pequeña escalera— se incorpora el vapor. EL FIN DEL IMPERIO ESPAÑOL Los últimos compases del siglo XIX recalan en la muestra de la mano de la fragata Numancia, uno de los barcos más modernos cuando se botó en 1863 y que terminó por tener un espacio propio en la historia de la Armada española. Su épica peripecia atraca en la exposición ligada a la pérdida de los últimos territorios el ultramar, al Desastre del 98. La Numancia viajó hasta el Pacífico en su primer destino: hacer frente al independentismo de las nuevas naciones hispanoamericanas. Bajo el mando del entonces capitán de navío Casto Méndez Núñez, de quien se exhibe una levita y otros objetos personales, participó en las campañas de Chile y Perú. Concluidas ambas, cruzó el océano camino de Filipinas y de ahí, por el Este, regresó a España. Emuló así el viaje de la Victoria, también completó la primera vuelta al mundo de un buque acorazado. Lo que en parámetros actuales hubiera sido un récord digno de entrar en el libro Guinness. NUEVA VUELTA AL MUNDO La insigne fragata cubrió su circunnavegación en dos años y siete meses (1865- 1867) y, entremedias, tuvo tiempo para librar su acción más destacada en mayo de 1866, en el transcurso de la batalla del puerto limeño (Perú) de El Callao. Durante seis horas el acorazado resistió bajo el fuego de las defensas de la ciudad. Tras cesar el ataque, en el que fue herido su comandante —Méndez Núñez—, se contaron hasta 51 impactos de artillería recibidos. Sólo unas décadas después y como consecuencia de las guerras contra los Estados Unidos, España perdería su imperio. Las derrotas de Cavite (Islas Filipinas) y Santiago de Cuba aniquilaron por segunda vez en la misma centuria el poderío naval español. El sabor amargo del traumático fin de siglo hispano contrasta con el gusto a futuro del espacio siguiente. En él, literatura, tecnología y ciencia ficción se dan la mano y ofrecen uno de los espacios más singulares de la exposición. Acaparan la atención cuatro modelos de submarinos liderados por el Naulitus de Julio Verne y sus 20.000 leguas de viaje submarino, obra de la que se puede ver un ejemplar de la primera versión en español de 1869. A este ingenio visionario del escritor francés se suman también el ideado por Monturiol (1859) y el que llegó a ser el primer submarino de la Historia. Buque nacido en 1888 de la creatividad de otro español, el ingeniero y marino Peral. Los hombres de la mar, además de por sus naves, son recordados por sus palabras en el pasillo antesala de la muestra 60 Revista Española de Defensa Mayo 2015


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