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El Patiño tiene algunas ventajas respecto a otros buques de guerra: cuenta con espacios de habitabilidad más amplios que una fragata, tiene amplias cubiertas en las que es posible hacer deporte a diario (siete vueltas a cubierta equivalen a un kilómetro y hay quienes se dan sus cien vueltas diarias); por su gran desplazamiento y calado, la estabilidad del barco es muy notable; contamos con una amplia biblioteca que es también sala «ciber», en la que uno puede encontrar los últimos éxitos editoriales y desde la que cualquier miembro de la dotación puede acceder a internet en su tiempo de ocio; tenemos un pequeño gimnasio, sala de musculación, mesa de pin-pon, futbolín, un amplio surtido de juegos de mesa y, cómo no, una Play Station 3 en cada una de las cámaras y comedores. Hace tan solo unos pocos años, las dotaciones de los barcos perdían toda posibilidad de comunicación con sus familias nada más largar la última estacha. Hoy, la capacidad de ancho de banda del satélite de comunicaciones permite no solo mantener los muchos sistemas de mando y control necesarios para la conducción de las operaciones, sino también disfrutar de conexión telefónica e internet permanente. Cualquier miembro de la dotación ha podido llamar a su casa o leer su correo electrónico a cualquier hora del día. El teléfono de Marinería está a escasos diez metros de la mesa de ping-pong por lo que los que esperaban turno mataban el tiempo echando unas partiditas. Hasta hemos tenido nuestra página web en la que cada día incorporábamos una breve crónica de lo acontecido y fotos de la dotación y que era seguida por un buen número de incondicionales. Estamos trabajando en la edición de un libro con la recopilación de las crónicas y galería fotográfica y tenemos la intención de regalar un ejemplar a cada uno de los que han tomado parte en la misión. La antena de televisión satélite nos ha permitido seguir la Liga española cada fin de semana, aunque la mayor parte del tiempo en zona, a través de la cadena Al Jazeera. El problema era que, debido a las cuatro horas de adelanto que normalmente llevábamos con la España peninsular, había que trasnochar para ver la mayoría de los partidos. Los que siguieron el Barça- Real Madrid de Copa se acostaron a las cuatro de la mañana, la mitad de ellos bastante cabreados. crónicas de a bordo BIP 45 El equipo EOS se prepara para un abordaje. El helicóptero regresa de una misión. Escolta de un mercante del Programa Mundial de Alimentos. WFP a tres nudos de velocidad sobre el fondo debido a la tremenda intensidad de la corriente en contra. O el auxilio a un dhow iraní que se quedó sin combustible frente a la costa de Somalia y al que abarloamos al costado y le transferimos diez bidones de combustible que su patrón quería pagarnos con cabras. También la asistencia a un dhow de Emiratos que tenía una avería catastrófica en su motor, con la cubierta repleta de refugiados somalíes, muchos de ellos mujeres y niños. Durante dos días los mecánicos y electricistas pusieron todo su empeño en reparar la avería, tarea en la que habían fracasado anteriormente italianos y alemanes, y lo consiguieron, a pesar de las infernales condiciones de calor, humedad, suciedad y olor nauseabundo en las que trabajaron. Mientras tanto, suministramos agua, comida y asistencia médica a aquellas desgraciadas gentes que, aunque al principio nos miraban con recelo, poco a poco se fueron tornando amistosas y agradecidas. La alegría de aquellas famélicas caras cuando finalizó nuestra escolta en el límite de las aguas territoriales de Yemen fue nuestra mejor recompensa. También nos costará olvidar la tensión vivida en los muchos abordajes a dhows y esquifes, en unas aguas en las que no es nada fácil distinguir a los buenos de los malos, y en las que uno nunca sabe que es lo que se va a encontrar. O mientras el helicóptero sobrevolaba los campamentos piratas, recopilando información de inteligencia. O la captura de un esquife pirata en el centro mismo del Golfo de Adén, a los que tuvimos que liberar por no ser posible establecer su relación con un acto concreto de piratería, no sin antes incautarles la mayor parte del combustible y cambiarles sus dos potentes motores fueraborda por uno de escasa potencia. Pero no todo han sido operaciones. Como es fácil de imaginar la vida a bordo de un buque de guerra no es sencilla y menos cuando se acumula tanto tiempo en la mar. Hay poco espacio, escasa intimidad, guardias nocturnas, continuos zafarranchos, trabajos diarios; el estado de la mar afecta también a la calidad de vida. Y en un despliegue tan exigente como el que hemos vivido además de mantener la operatividad al cien por cien había que explotar todas las posibilidades de ocio, diversión y esparcimiento. crónicas de a bordo 44 BIP


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