Las derrotas navales en Cavite y Santiago de Cuba en 1898 y sus secuelas, hicieron que España perdiese su poder naval en un momento en que este resultada fundamental tanto para contar en las relaciones internacionales como para poder participar en la carrera colonial. En España se plantearon dos opciones. La primera, el regeneracionismo costista partidario de gastar los escasos recursos de que disponía el Estado en potenciar los regadíos y abandonar la reconstrucción de la Armada. La segunda, el regeneracionismo silvelista, defendida por el Partido Conservador e importantes grupos de presión, que abogaba por reconstruir la Armada como instrumento imprescindible para poder participar tanto en el sistema de alianzas internacional, léase Entende, como en el desarrollo industrial mediante la aportación de nuevas tecnologías navales que sacasen a nuestros astilleros de su marasmo y, por último, permitiera la expansión en el Norte de África. Se impuso en 1908, durante el Gobierno de Antonio Maura, esta última opción.