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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 115

LA TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA TÁCTICA: EVOLUCIÓN... 231 confianza en los de 3 y 4 libras17. En 1774, el gran industrial John Wilkinson (†1808) patentaría otra máquina de barrenar más precisa que sería también utilizada para la artillería de hierro allí donde la de Maritz no había obtenido resultados concluyentes. A partir de 1744, la máquina de barrenar del suizo empezó a ser intro-ducida en las fundiciones españolas. En Sevilla y Barcelona ya se trabajaba con barrenas manuales que se utilizaban para igualar el ánima y, en oca-siones, para ensancharla; pero no se fundió en sólido hasta la venida a España de Jean Maritz en 1766. A pesar del carácter altanero del segundo Maritz, su labor fue decisiva para formar una excelente generación de fundidores españoles, entre ellos Juan Solano, José Barnola y Manuel Pe-de-Arrós. Las pruebas realizadas en Sevilla en 1781 con dos cañones fundidos en sólido y que soportaron, con insignificantes deterioros, más de 5.000 disparos causa-ron impresión en Francia y pusieron de manifiesto la óptima labor realizada en las fundaciones españolas a finales del siglo XVIII18. Una de las consecuencias más importantes de la adopción del siste-ma de barrenado fue la posibilidad de construir cañones más ligeros y con similar potencia de fuego. Ello se debía a que un cañón perforado con tal precisión proporcionaba un mayor ajuste del ánima y del proyectil, rebajan-do a la mitad el viento en relación a las fundiciones en hueco. Por otro lado, la definitiva adopción de las recámaras esféricas, propuestas por Antonio González en 1679 y Belidor en 1739, facilitó una deflagración más óptima de la pólvora que, junto al mejor encaje de la bala, trajeron consigo la reduc-ción de la carga de proyección ya que se precisaban menos gases para conse-guir los mismos efectos que antes, incluso en tubos más cortos, al tiempo que se podía disminuir el grosor del metal alrededor de la recámara del cañón. Los artilleros, sacando partido de las nuevas técnicas y de la mayor precisión de las manufacturas, aspiraron a dotarse de una artillería más maniobrable y liviana. Para ello, Gribeauval empezó a experimentar hasta qué punto sería posible disminuir el espesor de las paredes del cañón para conseguir menor peso del material sin menoscabo de la fiabilidad. En este campo, tanto prusianos como austriacos llevaban la delantera: tras la guerra de Sucesión austriaca ambas potencias habían reducido la longitud de sus cañones a catorce y dieciséis calibres19, respectivamente, y su peso entre 50- 17  Vid. CHANDLER, David G.: The Art of Warfare in the Age of Marlborough. Spell-mount. Kent, 1990, p. 190. 18  Vid. SALAS: op. cit., 1831, p. 261 y ss. 19  La longitud de las bocas de fuego se mide en calibres, es decir, el número de veces que el calibre se repite longitudinalmente en el cañón (por ejemplo, un cañón español de 4 libras corto tenía un calibre aproximado de 85 mm y su longitud era de diecisiete calibres, u 85 x 17 = 1,45 metros). Revista de Historia Militar, 115 (2014), pp. 219-250. ISSN: 0482-5748


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