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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 115

236 GERMÁN SEGURA GARCÍA Las ideas de Guibert sobre la artillería fueron avaladas por artilleros como el chevalier du Teil (†1820) en vísperas de la Revolución francesa, momento en el cual Francia se tuvo que forjar un ejército nuevo, donde muchas innovaciones tácticas y de todo tipo calaron hondo. La artillería de Gribeauval, producida masivamente bajo la dirección del matemático Gas-pard Monge (†1818) y manejada siguiendo los parámetros del Essai général de Tactique de Guibert, demostró su valía en el campo de batalla, el mejor banco de pruebas para conocer sus verdaderas capacidades. Napoleón reco-noció las virtudes del sistema, pero también supo ver sus defectos y los trató de corregir. En 1803, el todavía primer cónsul de Francia redujo los cañones de campaña a dos modelos, manteniendo la pieza de 12 libras y remplazan-do las de 4 y 8 por una nueva de 6 libras. Esta sensible modificación tenía por objeto simplificar aún más las tareas de municionamiento y suministro de repuestos. Sin embargo, los alcances del cañón de 6 libras estuvieron más próximos a los obtenidos con la pieza de 4 libras que con la de 8, lo que redundó negativamente en la potencia de fuego de las baterías divisionarias. En cuanto a los cañones de 4 libras regimentales, la experiencia demostró que más que una ayuda resultaban un estorbo para la infantería, por lo que se decidió su eliminación, a pesar de que a partir de 1809 se tratara de rein-troducirlos como forma de equilibrar la pérdida de calidad de la infantería napoleónica, sin resultados prácticos. Por otro lado, las cureñas británicas de un mástil diseñadas por inventores como William Congreve (†1828) se revelaron más consistentes y manejables que las del modelo Gribeauval, aunque tardaron algún tiempo en ser adoptadas en el continente. Más trascendental fue la evolución de la táctica de la artillería na-poleónica. La movilidad de las piezas de campaña aseguró una mayor presencia de la artillería en el campo de batalla y un empleo masivo y determinante nunca antes experimentado. Mientras los cañones asignados a las divisiones permanecían con estas en todo momento al objeto de pro-porcionarles el apoyo necesario para su maniobra, la artillería de reserva se concentraba en una o varias baterías para crear una potente masa de fue-go sobre aquellos puntos del despliegue enemigo donde se pretendía dar el golpe decisivo. Estas baterías de hasta 100 cañones (como en Wagram, 1809) fueron reproducidas por los rusos, que tras la reforma de Aleksyei Arakcheev (†1834) contaba con una artillería aligerada y tan numero-sa que en ocasiones resultaba contraproducente para la buena marcha y aprovisionamiento del ejército zarista29. Las grandes baterías permitían 29  Vid. HAYTHORNTHWAITE, Philip J.: Weapons & Equipment of the Napoleonic wars. Arms and Armour. London, 1999, p. 80 y ss. Revista de Historia Militar, 115 (2014), pp. 219-250. ISSN: 0482-5748


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