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RHM EXTRA ANIVERSARIO 2ª PARTE QUIJOTE

130 FRANCISCO PARRA LUNA rialistas para centrarse, ─como bien han reflejado los recuentos de frases anteriores─, en los valores del Conocimiento (indagar sobre la verdad de las cosas), de Justicia Distributiva (no permitir que la sinrazón triunfe en per-juicio de los demás) y sobre todo, del Prestigio Moral (va abandonando todo sentimiento de egoísmo material para invocar y ejecutar actos verdadera-mente sublimes como cuando propone a don Quijote abandonar la caballería andante para “ser santos”, o cuando ruega, ya moribundo su señor, que no se muera (aunque ello le impediría recibir la parte de herencia prometida.). Sancho se quijotiza de tal modo que termina superando quizá a don Quijote en nobleza y desinterés, y se podría hablar de un Sancho I y de un Sancho II con el paso de la novela. Merece, pues, que nos detengamos en lo que hemos llamado “momentos estelares” de Sancho Panza, divididos en dos apartados: a. los juicios como “gobernador” y b. sus últimas intervenciones en la novela. Porque a fe que merece la pena releerlos y recordarlos, tal es la sor-prendente transformación ocurrida en su interior, su sentido de la justicia y la intensa y elevada generosidad que emana de su corazón de labriego. Y porque es en los últimos capítulos donde Sancho se engrandece hasta límites insospechados. Quizás sea Menéndez Pelayo (1941) quien mejor expresa el cambio acaecido: Sancho no es solamente el coro humorístico que acompa-ña a la tragicomedia humana; es algo mayor y mejor que esto, es un espíritu redimido y purificado del fango de la materia por don Quijote: es el primero y mayor triunfo del ingenioso hidalgo, es la estatua moral que van labrando sus manos sobre materia tosca y rudísima, a la cual le comunica el soplo de la inmortalidad. a) Los juicios como gobernador Se comienza por tres de los juicios que Sancho Panza dilucidó como gobernador de la ínsula Barataria. Juicio 1 (Adaptado de Parte II, capítulo 45) Señor Gobernador, a este hombre le presté diez escudos de oro para que me los devolviese cuando se los pidiese. Dice que me los ha vuelto, pero no es cierto. ¿Qué decís vos a esto, buen viejo del báculo?, dijo Sancho. Yo, señor, confieso que me los prestó, pero juraré que se los he devuelto. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2015, pp. 103-138. ISSN: 0482-5748


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