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RHM EXTRA ANIVERSARIO 2ª PARTE QUIJOTE

92 FRANCISCO RAMOS OLIVER al cielo el bien de la tierra, pero los soldados y caballeros ponemos en eje-cución lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubiertas, sino al cielo abierto (…) Así que somos ministros de Dios en la tierra y brazos por quien se ejecuta en ella la justicia.” (XIII, I). O sea, que “a Dios rogando y con el mazo dando”, los caballeros y los soldados son el brazo armado de Dios en la tierra para cumplir con la misión de instaurar la justicia y la paz. En este párrafo hay una transmisión de las virtudes del caballero andante al soldado, a las que en este se unen la disciplina – virtud fundamental del militar - y la jerarquía propias de la organización militar, necesarias ambas en igualdad de condiciones para lograr la máxima eficacia en su acción. Pero también hay un reconocimiento de la necesidad de la fuerza armada como instrumento necesario para alcanzar la paz, fruto de la justicia, que para Cervantes, ferviente católico, lo es por mandato divino tal y como consta en el evangelio de San Mateo (5, 9): “Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Estos conceptos van a ser nuevamente expuestos en el conocido discur-so sobre las armas y las letras (XXXVII y XXXVIII, I), cuyo cuerpo central no se desarrolla en virtud de los principios ideales de la caballería andante, sino en virtud de las singularidades de la milicia. Don Quijote no habla como un caballero andante sino como un soldado y empieza reivindicando la dimensión intelectual del ejercicio de las armas, que precisa del concurso de la inteligencia, el entendimiento y la voluntad: “Quítense delante los que dijeren (…) que las armas sólo con el cuerpo se ejercitan como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es de menester más de buenas fuerzas (estar en forma física), o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales pi-den para ejecutallos mucho entendimiento, o como si no trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con las fuerzas corporales a saber y conjeturar el intento del enemigo, los disignios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte alguna el cuerpo.” Resalta don Quijote como propios de un soldado los actos de la “for-taleza”, virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la cons-tancia, que capacita para vencer el temor - llegando hasta el sacrificio de la propia vida por una causa justa - y huir de la temeridad, es decir, la valentía, el valor, “virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad”(XVII, II), actos para los que se requiere mucho Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2015, pp. 85-102. ISSN: 0482-5748


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