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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2014

GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA: CAMPAÑAS MILITARES EN LA... 161 y una decena de holandeses, sin contar otros barcos auxiliares. El príncipe Darmstadt propuso desembarcar en Barcelona, donde estaba seguro de sus contactos y esperaba una rebelión popular a favor del archiduque. El 28 de mayo de 1704 llegaba a aguas de la Ciudad Condal e iniciaba, en los días sucesivos, el desembarco de 3.500 hombres a orillas del río Besós. La guarni-ción de la ciudad no era numerosa (2.200 hombres) pero el virrey de Catalu-ña, Francisco de Velasco, solicitó el concurso de la milicia urbana. Los planes aliados resultaron un fracaso ya que dependían del apoyo de los catalanes y estos no secundaron la empresa como se esperaba. Además, una conspiración que pretendía librar una puerta de la ciudad a los atacantes fue desarticulada a tiempo y Darmstadt tuvo que desistir definitivamente. Los aliados reembar-caron sus tropas, a las que se unieron algunos disidentes catalanes, y pusieron rumbo a Niza antes de retroceder hacia el estrecho de Gibraltar. El 28 de julio, frente a la costa de Tetuán, el almirante Rooke convocó en su barco un consejo de guerra para decidir dónde se podría utilizar la todavía potente fuerza expedicionaria. Desechado un nuevo intento sobre Cádiz –donde también se había descubierto una conjura– el punto de mira aliado se puso sobre Gibraltar, plaza codiciada por los ingleses dada su posi-ción estratégica y condición de llave del Mediterráneo. La ciudad andaluza estaba gobernada por el sargento mayor Diego de Salinas y la guarnición se componía de un centenar de soldados deficientemente equipados, a los que se podían unir otros quinientos hombres de las milicias. Había muy pocos artilleros –del todo necesarios para un asedio– y el centenar de cañones que había en la plaza tampoco estaban en las mejores condiciones. Salinas había tenido la ocasión de exponer ante el capitán general de Andalucía, marqués de Villadarias, el estado de indefensión en el que se encontraba Gibraltar en caso de un posible asalto aliado. Sin embargo, las principales fuerzas fran-co- españolas se hallaban entonces en la frontera de Portugal y las pocas tro-pas que podía disponer Villadarias apenas aseguraban la defensa de Cádiz. Tras un intenso bombardeo de los fuertes de Gibraltar y varias oleadas de desembarco, los aliados aprovecharon la confusión provocada por la explo-sión de una mina para instalarse en el muelle nuevo, separando la plaza del santuario de Nuestra Señora de Europa, donde se habían refugiado las mu-jeres y niños. En estas condiciones, los defensores decidieron capitular el 4 de agosto antes de sufrir el asalto definitivo y el más que previsible saqueo. En Gibraltar quedó Darmstadt como gobernador, mientras que la flota aliada salía a mar abierto para enfrentarse a la franco-española –al mando del conde de Tolosa27– que se aproximaba al estrecho. Las dos escuadras tenían 27  Luis Alejandro de Borbón, conde de Tolosa (1678-1737). Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2014, pp. 149-182. ISSN: 0482-5748


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