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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2014

166 GERMÁN SEGURA GARCÍA conatos de deserción y asegurarles que, llegado el caso, moriría con ellos al frente de un solo escuadrón o batallón en «defensa de la religión, de su honor y de la nación»40. Los refuerzos franceses estaban en camino y el apoyo resuelto de los pueblos castellanos impidió la consolidación de la retaguardia aliada y facilitó la continua intercepción de sus líneas de comunicación. De esta forma, la entrada de los aliados en Madrid fue recibida con frialdad por el pueblo y no supuso ni mucho menos el fin de Felipe V en España, como auguraban los austracistas. Es más, la falsa seguridad y la pasividad de los aliados en Madrid provocaron que sus tropas cayeran pronto en el ocio y el vicio. Sus generales descuidaron perseguir al enemigo debilitado, expulsándole de sus posiciones en torno a Guadalajara y evitando cualquier posibilidad de que se rehiciera. Como recuerda Berwick en sus memorias: «Si en lugar de demorarse en Madrid para allí proclamar al archiduque y aguardar noticias, me hubiesen perseguido de inmediato, me habrían derrotado sin duda alguna antes de que pudiera llegar al Ebro y recibir refuerzos, y entonces me habría costado trabajo rehacerme; además, a buen seguro les habría dado tiempo al archiduque y a milord Peterborough de reunirse con ellos»41. Solo a mediados de julio, escaso de forrajes y en previsión de la llegada del archiduque Carlos por el camino de Zaragoza, Galway remontó el río Henares y descubrió una imprevista concentración de tropas borbónicas. Los aliados presionaron hacia Jadraque para reconocer la entidad de las fuerzas enemigas, pero tuvieron que replegarse hacia Guadalajara seguidos de cerca por Berwick. Los borbónicos ocuparon Alcalá el 3 de agosto cortando las comunicaciones de los aliados con Madrid, que fue recuperada para Felipe V al día siguiente. Al fin, a primeros de agosto llegaban el archiduque y Peterborough a Guada-lajara juntando un ejército de 25.000 hombres, mientras que los borbónicos tenían cerca de 30.000 hombres y al pueblo castellano de su lado. La estrategia aliada, a la espera de la llegada de refuerzos, consistía en mantener las comunicaciones abiertas con el Mediterráneo y Portugal, si bien los ingleses abogaban por dar batalla cuanto antes ya que los víveres empe-zaban a escasear y las partidas borbónicas al mando de oficiales de la talla de Cereceda, Bracamonte, Vallejo o Carrillo42 impedían un suministro fluido. El 40  CASTELLVÍ, op. cit. vol. 2, pág. 143. 41  BERWICK, op. cit. págs. 243-244. 42  Juan de Cereceda y Carrascosa (1665-1743); Feliciano de Bracamonte Rodríguez; José de Vallejo y de la Canal; y José Carrillo de Albornoz y Montiel, futuro duque de Montemar (1671-1747). Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2014, pp. 149-182. ISSN: 0482-5748


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