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A tal ventaja tienden el Jefe que suscribe con el uso a bordo de la escuadra de un globo cautivo, el que su observatorio aéreo, y comunicándose por teléfono con el Jefe de ella, podrá en todos los casos ponerle al corriente de los movimientos de ésta, pudiendo por tanto obrar en consecuencia. Y es evidente que cuanto mayor sea su elevación, mayor será el horizonte que descubra aprovechable para el objeto indicado y de una utilidad incuestionable. “… el Jefe que suscribe, después de haberlo meditado detenidamente, tiene el honor de exponer a la alta ilustración de V.E. las medidas prácticas que a su juicio pudieran adoptarse, sentando así las bases para que en un porvenir no lejano tuviéramos un idóneo servicio aerostático útil a las necesidades que pudieran presentarse y un personal satisficiera el servicio que se invoca”. “Por eso, la Escuela de Torpedos pudiera llamarse también de Aerostación, a lo que podría adjudicársele dicho estudio del arte de la guerra”. Continuaba exponiendo y recomendando todo lo referente a la Aerostación y a otras cuestiones referentes al caso, destacando en su informe los estudios efectuados por los capitanes de Ingenieros Tirado y García Romme, que trata en su exposición; la construcción de los globos en general, gases empleados en la inflación y modo de henchirlos; en la segunda parte describe con detalle el material que tienen para el tiempo de guerra y en la tercera se hacen consideraciones sobre la Organización del Servicio Militar de Aerostación. Firma el documento citado, el teniente de navío de 1ª clase (capitán de corbeta en esos momentos y desde 1912) don Antonio LLopis, Oficial 1ª del Ministerio de Marina en Madrid, y va dirigida al ministro de Marina vicealmirante de la Armada don José Mª de Beranger y Ruiz de Apodaca, como promotor e iniciador de la cuestión. La propuesta elevada por el citado Jefe creaba unos problemas vanguardistas en cuanto a la tecnología, a la investigación y desarrollo de los artefactos y futuras armas. Es probable que razones de este tipo y dificultades derivadas de complejos estudios sobre electricidad y mecánica, hiciesen caer en el olvido la propuesta de Llopis y sus resultados jamás viesen la luz, puesto que no se tiene evidencia de que se resolviese algo al respecto por el Centro Consultivo de la Armada, a quién iba dirigida para su estudio el expediente que fue origen de la idea. Pasaron los años, un nutrido grupo de oficiales de los cuerpos de la Armada efectuaron los cursos reglamentarios de Pilotos y de Observadores en la recién creada Aeronáutica Militar. Posteriormente con la creación de la Aviación Naval y 1934. San Javier más tarde de la Aeronáutica Naval, se puede dar constancia del magnífico espíritu y afición que se originó entre todo el personal de la Armada, pues también entre las clases subalternas anidó el virus aeronáutico con la formación en la Escuela del Contradique en la Ciudad Condal y en el Aeródromo del Prat del Llobregat, y que se reafirmaron posteriormente con la creación de la Base Aeronaval de San Javier, en donde sin duda se acrecentó la vocación aeronáutica de la Armada, al contar con unas instalaciones aeronáuticas que fueron el orgullo de la Marina en general y en particular de la Aeronáutica Naval. 55 Cuando en los albores del siglo XX un considerable número de oficiales de Marina sintieron la necesidad de lanzarse al aire, para escribir una página gloriosa de la Aeronáutica española, no fue una casualidad. Ya a finales del XIX existía en la Marina un interés manifiesto por contar con medios aéreos


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