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MEMORIAL CABALLERIA 74

Varios Noticias del Arma Orgánica y Materiales Empleo Táctico y Operaciones Historia 100 DOCUMENTO co, con una estoicidad sin igual, inculcada por sus oficiales y por su heroico jefe, picaron espuelas los cazadores de Alcántara, y por segunda vez, en ímpetu arrollador, caían sobre el enemigo, dema-siado confiado en su fuego, sembrando la muerte con la punta de sus sables. Tengo la seguridad de que todos los jinetes que leáis estas mal hilvanadas, pero verídicas líneas, sentiréis en el fondo de vuestro pecho envidia, pero una envidia noble, por no haber asistido a hecho tan memorable, único desde la célebre batalla de Albuera, no tan solo en el libro de la historia de nuestra querida arma, sino de todo el Ejército español; pero debéis estar tranquilos: nuestros her-manos supieron dejar bien puesto el honor de la caballería, y con él, el de España. En medio de aquella hecatombe formidable sobresalieron hechos personales dignos de todo elogio, producto de la sublimidad del momento, y que sería en mí vano empeño querer relataros por su hermosura y número. Mas la lucha era desigual; los rifeños traidores, parapetados a lo largo de todo el camino de Dar-Drius a Batel (más de 20 kilómetros), seguían batiendo con eficacia a nuestros escuadrones, deshechos, agotados hombres y caballos, pero que, a pesar de todo, siempre obedientes a sus oficia-les y dando muestra de un espíritu inconcebible y de una disciplina modelo, continuaron su titánico avance impasibles ante la muerte que les acechaba, protegiendo la marcha de la columna y repi-tiendo sus desesperados ataques; cada loma era una carga, y cuando, ya arriba, los bravos jinetes creían logrado su objeto y sus oprimidos pulmones aspiraban ávidos el aire que por tan sostenida lucha les faltaba, desde la altura vecina seguía la muerte segando sus vidas, y era necesario clavar nuevamente las despiadadas espuelas en los ijares de los caballos, que, ya faltos de fuerza, com-pletamente exhaustos, solo rendían un remedo de galope, triste epílogo de una jornada grandiosa. Y así una y otra vez, el arma de las próceres hazañas continuó aquella tarde memorable avan-zando ciega, regando con su sangre los estériles campos de M’Talza y cubriendo, como siempre, con sus cuerpos los de sus hermanos de armas, que presenciaron conmovidos, extasiados, el sacrificio de una legión de hombre valientes, que en aquellos críticos momentos, ofrendando sus vidas en holo-causto de la madre Patria, transformaban, como dije, la triste realidad en una quimérica ilusión que perdurará eternamente todo un hecho real, el cual deberá servir de norma a las futuras generaciones de oficiales y soldados jinetes para que puedan continuar la gloriosa tradición de sus antepasados, de la que acaban de dar fehaciente prueba los cazadores de Alcántara. ¡Loor y gloria a tan heroico regimiento! Melilla y agosto de 1921.


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