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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 130

FRANCISCO VELASCO HERNÁNDEZ costa, y otro un turco, que se crió cristiano y vivió varios años en Cartagena, y que escapó a Berbería, donde renegó (48). Lo curioso de este caso es que los pescadores, lejos de ser honrados y premiados, como se merecían, fueron detenidos poco después de llegar a la ciudad por el corregidor Antonio de quiñones Pimentel, el cual no solo los envió a la cárcel sino que además les arrebató estos nuevos esclavos arguyendo que habían realizado la cabalgada sin licencia de él y que por tanto le pertenecían. Dicho esto, marchó con los moros apresados a Murcia y dejó a los pescadores a buen recaudo. Como vemos, el abuso de poder fue enorme, de ahí que el Concejo de Cartagena saliera rápidamente en defensa de esos pobres vecinos, escribiendo al Rey en su Consejo de Guerra (49) e iniciando un proceso que no concluiría hasta tres meses después, como más adelante veremos. La última cabalgada de este reinado, de la que tenemos información precisa, tuvo lugar en junio de 1618. Pero antes se produjo otra allá por el mes de julio de 1617, en la que un vecino llamado Diego Monzón, al frente de una pequeña tropa tomó un bergantín de moros. La pérdida de las actas capitulares de 1617 nos impide conocer los detalles de la misma, pero la declaración de uno de sus tripulantes un mes después —por un asunto diferente— nos confirma que esta se llevó a cabo con éxito, sin que sepamos las naves de Cartagena que participaron en ella ni el número de enemigos apresados (50). Las circunstancias de la cabalgada de 1618 son más propias de un relato de ficción que de la realidad misma de estas acciones contracorsarias. Sorprendentemente, el 19 de junio, se presentó ante el Concejo, acompañado por un vecino, un moro de un bergantín corsario que merodeaba por La Azohía, a poco más de dos leguas de la ciudad. El moro, llamado Hamete Bençialí, declaró que había salido el 5 de junio de Argel en una embarcación de siete bancos, a cuyo mando iba Braén Arráez, y que, tras permanecer en Sargel diez días, habían puesto rumbo hacia el cabo de Palos y de allí a Cope, aunque decidieron fondear primero en cala Aguilar, a poniente de Cartagena. El capitán de la nave le mandó subir a una montaña próxima para que descubriese gente para cautivar, pero el moro, que había decidido convertirse en cristiano, se escapó hacia el interior del campo, donde se topó con dos muchachos y un anciano leñadores a los que confesó que quería ser cristiano. Estos lo trajeron ante el Concejo y allí el moro se prestó a señalar el lugar donde se encontraban sus excompañeros (51). Rápidamente se organizó la expedición marítima, mandada por el capitán juan de Sepúlveda. Debía partir bien temprano con dos fragatas armadas en busca del bergantín, pero no tardaron en surgir inconvenientes como en otras (48) AMC, Borrador de correspondencia al rey y otras autoridades, carta 304. (49) AMC, Ac. Cap. 1615-1616, cab. 12 y 17-I-1616. (50) AGS, GyM, leg. 822. (51) Ibídem, leg. 834. 22 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 130


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