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MEMORIAL INFANTERIA 67

BIBLIOGRAFÍA sulta extremadamente difícil hacer este tipo de historia (que es la que está en boga desde hace unos años) de forma objetiva: en Vietnam lucharon más de dos millones de estadounidenses. Naturalmente, la elección de la exigua representación no puede resumir todos los aspectos de la guerra. ¿Qué pasa con las tropas de retaguardia, que no salen? ¿Y con los que evitaron vergonzosamente o por convencimiento el reclutamiento, entonces convertidos en héroes? Por no mencionar al enemigo… un factor clave en este conflicto. En el primer episodio, “El inicio (1964-1965)” hay que destacar el número de voluntarios, insuficiente al aumentar. El capitán Connolly, piloto de caza refleja la alegría y el optimismo con el que se entró, aun reconociendo una cierta preocupación (hoy sabemos que varios jefes militares sabían que era necesario un esfuerzo mucho mayor para tener éxito). La acción fundamental es la famosa del TCol. Moore (el de Cuando éramos soldados) con su épica operación aerotransportada, una acción heroica que propiciaría unas conclusiones erróneas. Narrado por un periodista presente, resulta inolvidable. Sus últimas y emocionantes palabras son: “dejé el campo sabiendo que algunos soldados habían muerto para que yo viviera, ellos se habían sacrificado por mí, al igual que por sus compañeros … no puedes mantenerte al margen, es imposible que no te afecte”. Es la segunda parte de la serie la que mueve a reflexión. El objetivo era entonces la vietnamización como estrategia para un repliegue que dejase a salvo el honor estadounidense, pero permitiese al nuevo presidente cumplir su palabra de acabar con la guerra, entonces ya muy impopular. El capítulo “Una guerra sin fin” comienza con 112 la toma de la “Colina de la Hamburguesa”, narrada por uno de los tenientes participantes que recuerda la gran dificultad de tomar decisiones que implicaban la muerte de alguno de sus hombres, a esas alturas sus amigos. Aún mejor resulta la narración del jefe de escuadrón de helicópteros de maniobra, una unidad de caballería aérea; un relato breve, pero emocionante; un tributo al heroísmo de sus tripulaciones en la recuperación de los hombres derribados, todos volvieron vivos o muertos (les correspondería sufrir la mayor proporción de bajas en el conflicto). “Paz con honor”, el último capítulo resulta descorazonador, por el amargo final de la guerra, el regreso de las tropas que sufrían los insultos, el acoso de la gente que se había impuesto en las calles, todo ello nuevo para el soldado norteamericano, pero que no hubiese resultado desconocido para nuestros veteranos de Cuba. Al menos hoy pueden contar sus recuerdos y estar orgullosos. Muchos fueron héroes y merecen la gratitud entonces negada. Recomendable. Tal vez deje un sabor agridulce, pero contribuirá a que los no especialistas contemplen una versión diferente a la que los cineastas e intelectuales “comprometidos” impusieron, tan favorable, tan cercana al enemigo, en cuyo paraíso jamás tuvieron la intención de vivir. “No la guerra que conocemos. Es la guerra que lucharon”, como leemos en la carátula. Nada sabemos de los que quedaron atrás, los funcionarios y trabajadores del gobierno y ejército aliado que no pudieron ser evacuados. Un soldado, de las lanchas que actuaban en el delta del Mekong nos dice, lisa y llanamente, “no lo quiero pensar”.


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