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MEMORIAL DE CABALLERIA 83

Doctrina, Táctica y Operaciones terarmas, pero por las mismas razones anteriormente citadas mantu-vieron incomprensiblemente el arma institucional. De las 24 brigadas había 23 mandadas por generales de infantería y una mandada por un general de caballería; de esta forma volvemos a una situación similar a la de 1883 solo que, en este caso, con brigadas en lugar de divisio-nes, pareciendo que el tiempo no había pasado. Y no nos engañemos, había seis brigadas prácticamente iguales ya que eran de la misma velocidad dotadas de unidades de carros, de transportes orugas y de camiones hasta que se completasen más blindados. La tradicional pobreza de medios convenció al Estado Mayor Central de que en Es-paña los batallones seguirían transportados en camiones, justificando que la orografía española era distinta a la europea. Indudablemente es cierto, pero la orografía no había cambiado nada cuando un cuarto de siglo después todas las brigadas divisionarias habían sido dotadas de vehículos con blindaje para sus batallones. La industria había venido a enmendar la plana a los analistas militares. En cierta medida, y aceptando la hipérbole, se volvía a los tiempos de la Edad Media: la masa principal de los ejércitos de nuevo iba «montada» aunque todavía no se fuera consciente de ello. ¿Y nuestra Brigada de Caballería? Ante la disolución de la división de caballería porque o bien la acorazada o bien la de caballería debían desaparecer (o haberse integrado las dos, que debería haber sido lo más racional), el Arma mantuvo como bandera «su» brigada. Posiblemente las razones de en-tonces fuesen más que válidas y si se había conseguido salvar 11 regimientos de caballería, es decir, 11 coroneles con mando, no se podía obrar de otra manera para poder mantener un general con mando, ya que las otras seis «iguales» les estaban vedadas por ser institucionalmente de infantería. La reforma de 1984 podía haber puesto un poco de orden en toda esta estructura, pero las Ar-mas seguían en su lucha tradicional y para la caballería era esencial tener una brigada, más ahora que el número de brigadas se habían reducido a quince de las que seis eran especiales a pie. El resultado fue que las siete brigadas de las tres tradicionales divisiones quedaban compensadas con la existencia de dos brigadas de caballería que además eran iguales, por lo que tenían las mismas misiones. Se había conseguido que para un cuerpo de ejército no existiera solamente una brigada de caballería, ahora teníamos dos. El problema táctico/institucional se convertía en insoluble ya que el Ejército español disponía de siete brigadas acorazadas/mecanizadas y dos de caballería que eran orgá-nica e institucionalmente diferentes pero que operativamente cada vez eran más parecidas. Su diferencia estribaba en que unas eran divisionarias y las otras independientes, pero los tiempos que se iban vislumbrando señalaban que el tiempo de las divisiones en España se estaba terminando. En 1990 los nuevos analistas del Estado Mayor del Ejército hacían valer ante los docentes de la Escuela de Estado Mayor lo arcaico de sus métodos de enseñanza en un ejército que ya no emplearía jamás las divisiones como unidad de empleo táctico. Se confundían respecto a la táctica como concepto, como se pudo obser-var en la denominada guerra del Golfo donde de nuevo se empleó el ejército, los cuerpos de ejército y divisiones, pero no se equivocaban en sus apreciaciones respecto a España. EL PASO INTERMEDIO Las divisiones acabaron desapareciendo como unidades de empleo táctico y toda la proble-mática descendía de nivel. Con sus excepciones todo el ejército español quedaba reducido a doce brigadas, de las que cuatro, incluyendo una de caballería, estaban condenadas a la disolución desde 86 Memorial de Caballería, n.º 83 - Junio 2017 Escudo de la Brigada Jarama en 1965 Escudo de la Brigada Castillejos en 1985


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