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401 permitieran valorar la eficacia de las acciones emprendidas. La pluralidad de actores implicados hace difícil en ocasiones identificar objetivos claros y compartidos. La complejidad y adaptabilidad del escenario hace muy difícil valorar los efectos de las acciones propias. Posteriormente, la aplicación del modelo de enfoque integral se ha encontrado con obstáculos similares. La concertación de acciones entre agencias que presupone este modelo hace necesaria una valoración común tanto de los efectos directos de las acciones de cada actor, como de los efectos colaterales de estas acciones en las líneas de actuación del resto de actores. Es difícil armonizar las acciones entre organizaciones internacionales, ONG, actores gubernamentales y militares, si no hay un consenso a la hora de valorar los efectos asociados a las actuaciones de cada uno de ellos25. La suma de todo lo anterior nos lleva a concluir que el modelo de lecciones aprendidas no parece adecuado para valorar las estrategias globales aplicables a la resolución del conflicto afgano. Puede ser válido para actuar sobre aspectos concretos de ejecución, particularmente en el campo táctico, pero no parece ser de gran utilidad a la hora de afrontar el modo de resolver un problema tan complejo. Todavía hoy, tras quince años de intervención, se discute si la estrategia contra la producción de opiáceos debe basarse o no en campañas de erradicación; si en los momentos iniciales debía haberse contado con una fuerza militar internacional mayor, o no; si debía haberse incluido a los talibanes en los Acuerdos de Bonn y si se debe negociar con ellos, o no. Y así podríamos continuar con un sinfín de cuestiones que, a día de hoy, permanecen abiertas, sin que la experiencia acumulada permita llegar a conclusiones claras y compartidas al respecto. 25 Por ejemplo, desde ISAF siempre se ha defendido la estrategia de «limpiar, defender, construir» como la mejor opción para extender la estabilidad a las zonas menos seguras del país. Según este modelo, el primer paso para estabilizar zonas conflictivas consiste en una intervención militar que expulse a los insurgentes y garantice la seguridad; tras ello, otros actores acometerían acciones de ayuda tendentes a ganar el apoyo de la población y consolidar los avances obtenidos. Desde otras perspectivas, se rechaza la idea de que la presencia militar facilite el trabajo de los actores responsables de la ayuda humanitaria y al desarrollo. Más bien, arguyen que esta secuencia militar-civil asocia a los actores militares con las fuerzas militares, haciendo que pierdan la aureola de neutralidad que es la que le permite llegar a las poblaciones necesitadas. Según este análisis, la consecuencia a medio plazo sería la imposibilidad de hacer llegar la ayuda a esas poblaciones, dificultándose el proceso de estabilización. También se critica que el hecho de ligar los fondos de ayuda a las operaciones militares acaba convirtiéndose en un premio a la insurgencia, ya que su efecto es canalizar los fondos de ayuda hacia las zonas con más actividad militar. bie3 >ĞĐĐŝŽŶĞƐĂƉƌĞŶĚŝĚĂƐĞŶĞƐĐĞŶĂƌŝŽƐĐŽŵƉůĞũŽƐ͎͗ĞƐƉŽƐŝďůĞĂƉƌĞŶĚĞƌĚĞůĂƐ ŽƉĞƌĂĐŝŽŶĞƐĚĞĞƐƚĂďŝůŝnjĂĐŝſŶ͍ :ĂǀŝĞƌZƵŝnjƌĠǀĂůŽ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞKƉŝŶŝſŶ ϰϭͬϮϬϭϳ ϭϵ


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