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123 Pablo Cañete Blanco El yihadismo como expresión de la violencia de amor verdadero no solo se quedó en el plano de las historias infantiles. Fue tan solo un elemento visible. La violencia se ha convertido, en el imaginario colectivo, en cosa de «otros». La legalidad, y en cierta medida el establishment, determina que uso de la fuerza no podrá ser tildado de violento. Frente a la violencia homogénea y uniformada ejercida por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado nos encontramos una violencia salvaje, amateur, que responde a conductas y nunca a estructuras7. Este proceso por el cual determinadas formas de violencia directa y de violencia estructural se aceptan social-mente, o se consideran incluso correctas, es lo que Galtung llamó violencia cultural y que viene a legitimar las otras dos formas de violencia. Así, la violencia directa sería un acto/suceso, la violencia estructural sería un proceso y la violencia cultural un invaria-ble, una permanencia. La cinematografía bélica estadounidense aporta excelentes ejemplos de cómo la violencia directa puede no percibirse como tal. El enemigo cae al suelo o es víctima de una explosión que le lleva a desaparecer del plano, mientras que el héroe es herido y, si muere, tiene unas palabras finales que añadir. No es infrecuente que los antago-nistas ni siquiera hablen en la película. Si visualizamos 13 Horas: los soldados secretos de Bengasi observaremos que los terroristas no tienen diálogos, simplemente ejercen la violencia (narrativamente desmotivada). También podemos apreciar cómo en pelícu-las del estilo de El único superviviente solo los personajes «aliados» tienen diálogos. En esa película la única vida, en tanto a que cuentan con biografía y personalidad, es la de los soldados estadounidenses y aquellos dispuestos a ayudarlos, el resto, no existe. Nuevamente, los talibanes caen abatidos mientras que los protagonistas agonizan y establecen señales de empatía. En los medios de comunicación es relativamente frecuente leer o escuchar que los te-rroristas son abatidos o, simplemente, mueren. Los drones no generan masacres, aunque maten a ciento cincuenta terroristas que han sido sentenciados por un misil sin garantía ni proceso judicial previo (porque así se les priva de su humanidad: son terroristas, no personas). Y es ahí donde los medios de comunicación tienden a mantener un doble léxico para hablar del uso de la fuerza por parte de los terroristas y de los Estados: •  «EE.UU. entra en Siria y mata8 a un alto mando del Estado Islámico» (Titular)9. o «La operación tenía como objetivo capturar a Abu Sayyaf, que murió10 en la operación militar». (Subtítulo). 7  DELGADO RUIZ, Manuel. Op cit. 8  La cursiva es del autor. 9  AYUSO, Silvia. «EE.UU. entra en Siria y mata a un alto mando del Estado Islámico». EL PAÍS, 17 de mayo de 2015, en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/16/ actualidad/1431783104_211024.html. (Última consulta: 20.03.2017). 10  La cursiva es del autor. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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