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Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 10 / 2017 http://revista.ieee.es/index.php/ieee 122 Con todo, lo más distintivo de la violencia es su carácter desmedido, más allá de cual-quier tipo de control (interno o externo), y destructivo, una suerte de thanatos desbor-dado que, si bien parece tener un carácter primitivo, acompaña al ser humano en toda su historia y evoluciona, conjuntamente, con la civilización en tanto en cuanto esta cre-ce tanto en complejidad como en contradicciones internas4. Podríamos, siguiendo este criterio, suscribir la definición de Galtung5, según la cual «la violencia se define como la diferencia entre el potencial y el real, entre lo que podría ser y lo que, efectivamente, es» esto es, la violencia mide el grado de evitabilidad de daño de un acto. La violencia incorporaría no solo hechos tangibles, sino también la amenaza de existencia de ese daño y la violencia estructural (dominación y relaciones de sentido que perpetúan un statu quo ominoso para una parte de la población sin que ninguna persona en sí ejecute el acto violento y que podríamos llamar también injusticia social). No obstante, no es esta la única definición que podemos dar de la violencia ya que su significado y su percepción social pueden variar, especialmente si tiene un trasfondo político reconocido. Existe por tanto una violencia política –a menudo considerada legítima– con la que un grupo de personas libra una guerra, sobre una base ideológica y política, contra un determinado Gobierno que está socialmente aceptada, aunque sea de forma sectaria. El principal problema que trae la violencia política, –el con-flicto realmente–, es el grado de aceptabilidad y la posibilidad de legitimación de sus actores6, esto es ¿Qué distingue a un líder terrorista de un héroe de la liberación? ¿El bando, el ganador, los medios empleados? El concepto de violencia tiene además una cierta volatilidad. Pese a que se trata de un concepto destructivo, no siempre tiene un valor negativo. La violencia es, en muchos lugares, un vehículo de ascensión social. Es en esos casos donde el ejercicio desproporcionado de la fuerza corre el riesgo de que el medio se convierta en un fin en sí mismo. Es por ello que la violencia, una herramienta, puede llegar a la categoría de objeto y puede convertirse en componente identitario, incluso político. Con todo, la sociedad occidental ha creado un metarrelato que no solamente recha-za la violencia como forma de interacción social, sino que también dulcifica y esconde todos sus aspectos. El proceso quizá resultó especialmente apreciable con la transfor-mación de los cuentos infantiles que pasaron de incorporar elementos violentos a his-torias de amor, suprimiendo la mayor parte de su contenido pedagógico original. La disneyficación que sustituía la violación del Príncipe a la Bella Durmiente por un beso 4  AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS, Federico. «Reflexiones sobre el empleo de la violencia». Documento de análisis, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 10 de septiembre de 2013, en http:// www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2013/DIEEEA47-2013_ReflexionesViolencia_FAFM.pdf. (Última consulta: 20.03.2017). 5  GALTUNG, Johan. «Violence, Peace, and Peace Research». Journal of Peace Research, 1969, p. 167-191. 6  COHAN, John Alan. «Necessity, Political Violence and Terrorism». Stetson Law Review, 2006, p. 903-981.


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