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REVISTA_IEEE_10

Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 10 / 2017 http://revista.ieee.es/index.php/ieee 140 CONCLUSIONES Y PROPUESTAS El yihadismo es un fenómeno demasiado complejo como para considerarse mera-mente una forma de terrorismo. El Estado Islámico ha demostrado que el yihad puede impregnar la esencia de un Estado, de un lobo solitario y de una organización terro-rista. Se trata de un término que apela a realidades muy diferentes y que, sin embargo, generan interdependencias y sinergias. ¿Acaso el asesino de Orlando, Omar Mateen, habría cometido aquel atentado si el Estado Islámico no hubiera existido? Y ¿podría existir el Estado Islámico sin los miles de europeos que han viajado a luchar por él atraídos por sus victorias y su relato heroico? ¿Existiría ash-Shabab si Somalia fuera un Estado y no una región fracasada? ¿Habría en Europa jóvenes dispuestos a ir a Siria si sintieran que su vida está llena de significado? El yihadismo no es ajeno al resto de procesos sociales actuales que afectan a sociedades muy diferentes pero crecientemente interconectadas. Es por ello que cambia su naturale-za, su discurso y sus objetivos. Si antaño Palestina era un elemento casi omnipresente en la retórica yihadista, ahora el relato se ha fragmentado y adaptado a las nuevas audiencias globales, más abstractas y menos preocupadas por los sucesos y las causas concretas. En el escenario posmoderno, en que la realidad y el poder se han vuelto quizá más elusivos que nunca, se consolida una forma de violencia que, si bien no es nueva, crece en importancia por sus efectos y por su creciente presencia. La violencia nihilista, esto es, la violencia como fin último, no es producto directo del yihadismo, sino el resultado de un proceso social y psicológico principalmente occidental –incluso de raíz occidental–. No se trata de un uso instrumental de la religión con fines políticos, sino un uso de la reli-gión con fines violentos que, en este caso, el Estado Islámico es capaz de canalizar en aras de un proyecto político. Es decir, son las entidades extremistas quienes están canalizando y ofreciendo una salida, interesada, a esta población alienada y no los Estados-nación. Combatir esta violencia hueca implica pensar en las narrativas y también en las circunstancias en las que es posible desarrollarlas. La constante apelación a la necesidad de una contraideología o a vencer también en el terreno de las ideas, puede llevar a obviar que las ideologías no solo se combaten con contraideologías, sino también ofreciendo ideologías capaces de realizar la sustitución. Y para que tales ideologías cuajen será necesario crear un sustrato social compartido por una mayoría de la población capaz de evitar la caída en el nihilismo. Ofrecer sentido y existencia supone, no obstante, un duro desafío de cara a la adopción de políticas públicas. Las consecuencias del proceso nihilista repercuten en la seguridad y la defensa pero tienen unas raíces mucho más profundas que afectan a cuestiones de toda índole y que, en última instancia, tienen mucho que ver con el grado de cohesión social y de capaci-dad de reconocer el valor de los individuos que componen el grupo social. Para ello, será necesaria una integración no solo de sensibilidades diferentes, sino también de proyectos ideológicos encontrados, de identidades reactivas, etc. En definitiva se trata de reconocer la diversidad en un mundo crecientemente homogéneo y estandarizado que está viendo los mayores desplazamientos de seres humanos y en que, sin embargo, el diálogo ha sido suprimido como forma de encuentro, sustituido por la confrontación.


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