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MEMORIAL ARTILLERIA 174-1

Historia 109 Dos cañones y tres cabezas de león El Tigre (Fotografía Diario de Avisos) bían demostrado su eficacia. Y si se conseguía poner pie en tierra, seguramente a costa de muchas bajas, los asaltantes deberían enfrentarse con los centenares de hombres que se divisaban desplegados por todo el litoral… Finalmente optó por lo más sensato. Con el rabo en-tre las piernas, el famoso ma-rino inglés, puso proa hacia alta mar…, fuese y no hubo más. Pero pudo haberlo. Qui-zás si Jennings hubiese teni-do éxito en su intentona, el nombre de Tenerife hubiese aparecido junto a los de Gi-braltar y Menorca en aquel malhadado Tratado de Utre-cht y, a lo peor, hoy lamenta-ríamos su pérdida. Pero no fue así y Santa Cruz ganó su segunda ca-beza de león gracias, como hemos visto, al mérito casi exclusivo de sus artilleros y sus cañones, entre los que, una vez más, descolló el ma-jestuoso Hércules. LA 3ª CABEZA DE LEÓN Nos encontramos ahora en el otoño de 1796, reinan-do en España Carlos IV, y en guerra con Inglaterra tras la firma del Tratado de San Il-defonso que nos aliaba con los franceses. En febrero del año si-guiente, una escuadra ingle-sa derrotaba a otra española en aguas próximas al cabo de San Vicente; los nuestros se refugiaron en Cádiz y los ingleses bloquearon su puer-to. Pasaban tediosos los días y las semanas en esa situa-ción, y un ambicioso con-tralmirante, Horacio Nelson, Cuando la lancha en que viajaba Nelson, una de las primeras, llegaba a la playa y el contralmirante se incorporaba para sal-tar a tierra, un disparo de metralla de El Tigre ba-rría la orilla, alcanzando a varios hombres, entre ellos Nelson... ascendido por su valerosa ac-tuación en el enfrentamiento citado antes, propuso a su superior, el almirante John Jervis, un audaz plan: atacar la isla de Tenerife, pues creía fácil apoderarse de Santa Cruz, la única Plaza fuerte de Canarias, y su puerto, lo que supondría un golpe mor-tal para los españoles en el control de la Ruta de Indias. Esa esperanza se acrecentó con el robo, en sendas ac-ciones nocturnas efectuadas por dos fragatas inglesas, en abril y mayo, de dos barcos, uno francés y otro español, sacados de la misma rada de Santa Cruz. El almirante Jervis apro-bó el plan, si bien el gobier-no no iba a autorizar que Nelson llevase todas las fuerzas que solicitaba. No obstante, cuatro navíos de línea, tres fragatas, un cúter y una bombarda, con 393 cañones en total, y cerca de 2.000 hombres entre mari-nería e infantes de marina, que podrían emplearse en los desembarcos, parecían más que suficientes para co-ronar la empresa con un éxi-to total. A mediados de julio, la escuadra ponía rumbo a Canarias.


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