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REVISTA HISTORIA MILITAR 119

196 RICARDO GONZÁLEZ CASTRILLO a la lucha, le respondieron “que saliese él, que no querían salir”104. Y aun más. Transcurrida una hora, explotó también la pólvora almacenada en la segunda torre, con lo cual los españoles comprendieron, por último, que no se trataba de un hecho fortuito sino de un verdadero acto de sabotaje. El documento escurialense informa a continuación de una valerosa acción llevada a cabo por Martín de Córdoba –solo aquí referida–, quien con un escuadrón de ‘gente suelta’ contuvo el avance otomano hacia Mazagran durante cinco o seis horas, resultando herido por un disparo de arcabuz. A partir de entonces, cundió el pánico en las filas españolas y se produjo una desbandada generalizada de los soldados, que dejaron las armas y corrieron a refugiarse en el interior de la ciudad, y así “se matavan vnos con otros, y se pegaban fuego a los frascos que trayan en las espaldas, y se quemavan y dexavan todos las armas por entrar”105. Caso llamativo de cobardía fue el de Hernando de Cárcamo, que simuló estar indispuesto durante este enfrentamiento, “metydo en una lytera”, ajeno a lo que ocurría, “y asy estuvo hasta que fuymos desbaratados”106. Por ello, el anónimo autor del documento achaca buena parte de la responsabilidad de la derrota al comportamiento, que lo hubo, de este tipo de oficiales. Y después de un alegato a favor del conde, en el que anima a quejarse “del mismo del maestre Cárcamo y no echen la culpa a qyen no la tyene”, continúa con la narración de los hechos107. Indica que los otomanos repararon en las dificultades que atravesaba el ejército español en abierta retirada mientras el conde, asistido por ocho o diez jinetes, procuraba en vano reorganizar a sus hombres. Desde luego, su propósito sin duda era seguir la lucha en un desesperado intento de contener el asalto. Lo cierto es que los alárabes se lanzaron contra ellos mientras las tropas de Hasán Bajá permanecían en retaguardia “vyendo lo que hazyan los alaraves”108, que saquearon los bagajes españoles, y dejaron el camino libre a los otomanos, que cargaron contra los españoles, y les empujaron hacia Mazagran. La retirada desordenada y precipitada se saldó con bastantes bajas, producidas tanto por aplastamiento como por la presión turca. Uno de los muertos en esta última refriega fue el propio conde de Alcaudete, aunque se desconoce si su muerte fue causada por ahogamiento –ya que no presentaba “ninguna herida en su persona”, como indica el documento escurialense109 y recoge también Mármol110– o si, por el contrario, fue a causa de dos disparos –como afirma 104  MORALES, Baltasar de: op. cit. , p. 353. 105  BME, op. cit., f. 328r. 106  Ibídem. 107  Ibídem. 108  Ídem, f. 328v. 109  Ibídem. 110  Ídem, f. 199rb. Revista de Historia Militar, 119 (2016), pp. 196-216. ISSN: 0482-5748


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