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REVISTA HISTORIA MILITAR 119

LOS ASCENSOS DE GUERRA (1909-1922)… 23 Sin embargo, lo más chocante del catálogo de vulneraciones de los reglamentos de recompensas de guerra consistió en que, desde las campañas ultramarinas de fin de siglo, los generales en jefe, a fin de sostener la moral del Ejército, en ocasiones mandaron la apertura de juicios de votación por compañías, escuadrones y baterías. La reacción más común de los oficiales, impelidos por el compañerismo y un innato sentido funcionarial, consistía en establecer entre ellos un turno de antigüedad para obtener un posible ascenso de guerra, y en no negar nunca su voto favorable al compañero escogido. Era lugar común entre los detractores de esta situación el asegurar que en alguna ocasión se había premiado a individuos cuya unidad ni siquiera había participado en el combate, o que en ese momento se hallaban ausentes de la misma19. En realidad, la raíz más profunda del problema era doble: por un lado, la escala cerrada en paz obligaba necesariamente a abrirla en guerra para que pudiera producirse la promoción de algún tipo de elite militar; por el otro, no existía una verdadera política de personal que significara un esfuerzo centralizado y coherente en la constitución y reemplazo de esa elite. El conflicto por los ascensos en Marruecos. El debate en la sociedad, en el Ejército y en el Parlamento Al poco de iniciarse la campaña de Melilla de 1909 se hizo presente en los medios periodísticos militares la inquietud por el número y la falta de rigor de los ascensos de guerra que pudieran concederse. En la mente de 19  En un debate en el Congreso entre Julio Amado, el gerente de La Correspondencia Militar, y el entonces ministro general Luque, el primero volvió a insistir en el incumplimiento de los reglamentos; mencionó la práctica de recompensar por compañías, escuadrones y baterías, y el establecimiento de turnos de antigüedad entre los oficiales para acceder a esas recompensas, en DSC.Congreso n.º 210 de 23 de diciembre de 1912, pp. 6162 y 6163. Su periódico, La Correspondencia Militar de 26 de febrero de 1912, p. 1, denunciaba la práctica habitual en Cuba y Filipinas de sortear los juicios de votación y colocaba la raíz del mal en los empleos de menor rango. Diez años después, el Heraldo de Madrid (Madrid) de 24 de octubre de 1922, p. 1, publicaba esta opinión de un supuesto militar: “Quien ha bastardeado los ascensos y recompensas hemos sido nosotros mismos, con aquellos juicios de votación que se llevaban de tienda en tienda en los campamentos, pidiendo firmas “a cambio de otras”, a favor de otros juicios. Y no digamos nada del sistema de “turnos” en Cuba y en Melilla para empleos, con el cual se concedieron ascensos “a quienes no habían asistido a las operaciones”. En el mismo sentido, La Época (Madrid, 1849) de 19 de octubre de 1922, p. 1, reproducía un editorial de El Ejército Español que corresponsabilizaba del descrédito de los empleos obtenidos por méritos de guerra a los miles de anónimos oficiales que en su día firmaron a sabiendas juicios de votación amañados. Finalmente, EL CAPITÁN EQUIS: op. cit., insistía en p. 295 en los turnos para distinguirse, con riesgo de que el distinguido ni siquiera hubiera participado en la acción. Revista de Historia Militar, 119 (2016), pp. 23-66. ISSN: 0482-5748


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