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REVISTA HISTORIA MILITAR 119

LOS ASCENSOS DE GUERRA (1909-1922)… 43 de sueldos, las gratificaciones, así como el abono de triple tiempo a la Policía y Regulares, sería un término medio de equidad y de justicia, que debe estudiarse”61. Seguramente era este un criterio obligado por el hecho de que las Juntas solo permitían por entonces la indemnización pecuniaria de las penalidades de la campaña; y ni siquiera eso resultó fácil, porque dificultades administrativas y políticas solo permitieron de momento aumentar los salarios de los oficiales de la Policía indígena. También el Negociado de Marruecos, dependiente de la Subsecretaría del Ministerio, sustentaba aquel verano el criterio de gratificar a los jefes y oficiales más comprometidos con el esfuerzo africano, mientras no fueran posibles los ascensos de guerra. En un informe dirigido al ministro el 27 de agosto de 1920, este negociado constataba que el núcleo de oficiales que constituía la elite del ejército de África estaba desapareciendo paulatinamente por falta de estímulos. Consideraba, además, que los más desatendidos eran los oficiales de Regulares y solicitaba que disfrutasen de los mismos beneficios que pudieran tener sus colegas de la Policía indígena62. Sin embargo, Eza debió conformarse durante los meses siguientes con la concesión de algunas medallas militares y cruces del mérito militar que, como ya sabemos, no llevaban aneja ningún tipo de pensión, pero los ascensos por méritos de campaña siguieron siendo imposibles a lo largo de los quince meses en que el vizconde ocupó el palacio de Buenavista. En el otoño de aquel año, Berenguer y Eza hicieron cuanto pudieron por desatascar la cuestión de las recompensas de guerra. El primero con la vista puesta en la moral de sus oficiales, el segundo maniatado por el obligado respeto a las limitaciones impuestas por la ley de bases de 1918, que exigía trámite parlamentario ─y no hubo Cortes entre finales de abril de 1920 y primeros de enero de 1921─, tanto para las pensiones de las medallas de sufrimientos por la patria como para los ascensos por servicios de campaña. En octubre el alto comisario presionaba al ministro con una carta en la que le participaba “la unánime aspiración de esta oficialidad de ser recompensada según el Reglamento vigente”; le advertía, además, de que estaba dispuesta a expresar de manera categórica este deseo en cuanto acabaran las operaciones en curso; y le instaba, por tanto, a dar solución favorable a las propuestas que le iría cursando. En primer lugar, la de heridos con derecho a pensión, cuyo retraso era una de las causas principales del malestar de la oficialidad. Luego, la de cruces rojas del periodo 29 de junio de 1918 al 3 de febrero de 1920. Y, por último, la de ascensos al 61  MARICHALAR Y MONREAL, Luis de, Vizconde de Eza: Mi responsabilidad en el desastre de Melilla, como Ministro de la Guerra. Madrid: Gráficas Reunidas, 1923, pp. 79-80. 62  Ibídem, pp. 91-140, en especial p. 103. Revista de Historia Militar, 119 (2016), pp. 43-66. ISSN: 0482-5748


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