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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 134

Ese día, la Escuadra se hallaba en las inmediaciones de Cabo Negro, descargando granadas y municiones del vapor Barcino para el ejército expedicionario. Soplaba desde el sureste un fuerte levante, en vista de lo cual el jefe de escuadra Bustillo ordenó a los transportes dirigirse a Ceuta, y a los buques de guerra, a Algeciras o Puente Mayorga, en busca de refugio. Sin embargo, evidenciando un encomiable espíritu de sacrificio, decidió que los vapores Lepanto, León y Alerta, las goletas de hélice Buenaventura, Ceres y Rosalía y el vapor de transporte Tharsis permanecieran en aquellas peligrosas aguas, sabedor de la importancia del apoyo material y moral que la Escuadra brindaba al ejército. Pero el temporal, lejos de amainar, iba en aumento, y a eso de las nueve de la noche el vapor León echó a AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ josé María de Bustillo y Barreda, al mando de la Escuadra durante la guerra. Madrid, Museo Naval faltar sus dos anchas. Ante la inminencia del peligro, Bustillo ordenó la retirada. El León, el Buenaventura y el Alerta alcanzaron a refugiarse en la ensenada de jeremías, no sin grandes averías y trabajos, mientras el resto, con mayor o menor fortuna, intentaba correr el temporal. La goleta de hélice Santa Rosalía, un buque de dos cañones y 80 caballos al mando del teniente de navío Vicente Seijas, no tuvo tanta suerte y se estampó contra la costa no lejos de Ceuta, perdiendo a tres de sus hombres en el percance. Tampoco el Santa Isabel, vapor de cuatro cañones y 200 caballos comandado por el teniente de navío Adolfo Guerra, vio coronados por el éxito sus esfuerzos por correr el temporal, y ya en la bahía de Algeciras se perdió, falleciendo a un marinero. El falucho Saeta, capitaneado por el teniente de navío Francisco González de Quevedo, corrió idéntica suerte, al ser embestido por una fragata mercante dentro de la misma bahía, perdiendo en el lance las anclas. Algo parecido les sucedió al también falucho Lobo y a las cañoneras 12, 13 y 18, con otro muerto. Igualmente se perdieron cuatro escampavías y numerosas chalanas, así como otras embarcaciones menores para el servicio de playa. y el temporal aún se cobró trece embarcaciones mercantes más, desde fragatas hasta faluchos, en lo que constituyó una tragedia sin paliativos. Todos los comandantes de los buques de guerra perdidos fueron sometidos a una sumaria, en averiguación de si su conducta había sido la correcta. Todos ellos salieron absueltos. Es más: el comandante y el segundo de la Santa Rosalía incluso fueron recompensados por su destreza y valor, y hubo meda- 40 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 134


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