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sonoboyas pasivas, conjuntamente con pequeñas cargas de profundidad, un procedimiento ya descrito al hablar del Grumman “Albatross”. Sin embargo, el procedimiento que debía seguir el avión para mantenerse volando sobre el despliegue de sonoboyas en círculos muy cerrados, ofrecía serios problemas de maniobra para los pilotos con un avión de la envergadura y velocidad del P-3 Orión, por lo que era preferible el recurso a las posibilidades que ofrecía el sistema Jezebel que, con independencia de los análisis acústicos (LOFAR) para detección y seguimiento de submarinos, permitía también su localización con pares de las mismas sonoboyas pasivas (CODAR) separadas una distancia fija que proporcionaban demoras a la fuente sonora. Otros sensores, como el excelente radar de exploración o el equipo de medidas de apoyo a la Guerra Eléctrónica (ESM) prestaban a este avión considerable ventaja sobre su predecesor, sin olvidar la versatilidad que para múltiples configuraciones de armamento le proporcionaba la capacidad de su compartimento de armas (bomb bay) con sus ocho puntos de carga o los 10 soportes bajo las alas, cualidad esta que le dotaba de gran flexibilidad operativa, o las ayudas a la navegación, muy en especial el sistema inercial. El avión podía cargar hasta un máximo de diez toneladas de armamento diverso en el que podían incluirse minas, torpedos buscadores, cargas de profundidad, cohetes, misiles, además del armamento de búsqueda (sonoboyas, humos, colorantes, etc). Con la incorporación de los aviones P-3A nuestra aviación antisubmarina se equiparaba, en lo que a avances tecnológicos se refiere, a las fragatas de la clase Baleares, recientemente incorporadas a la Armada, algo que no ocurría sin embargo con los Grumman “Albatross”, cuya aviónica, equipos de detección y sistemas de armas podían considerarse ya francamente superados, aun cuando continuasen siendo una excelente plataforma para el adiestramiento de las tripulaciones antisubmarinas. En septiembre de 1974 se produce un nuevo accidente mortal de un Grumman “Albatross”, en esta ocasión en aguas de Cabo de Palos, en el curso de un ejercicio antisubmarino nocturno. Sus ocho tripulantes, entre ellos dos TACCOs, desaparecerían sin dejar rastro, a pesar de la intensa búsqueda realizada por aviones del SAR y del propio Escuadrón 221, así como buques de superficie que rastrearon la zona infructuosamente. Como consecuencia de este desgraciado accidente, en el Mando de la Aviación Táctica se empieza a considerar la conveniencia de acometer a corto o medio plazo la sustitución de los Grumman “Albatross”. Pero antes de adoptarse esta medida, un nuevo accidente viene a poner de luto el Escuadrón de Jerez de la Frontera: en 1977 uno de los tres P-3A se estrella en cabecera de pista y aunque parte de la tripulación consigue salvarse, perecerán seis de sus miembros. Al dolor que sienten todos los integrantes del Escuadrón por la pérdida de tantos queridos compañeros, se suma la preocupación por el futuro de la unidad cuya operatividad ha quedado 117 Tripulaciones de España y Noruega en la recogida del primer P-3B de la RNOAF en la Base Aérea de Andoya (Isla de Andenes, Noruega).


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