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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 916

fechas, se convirtió en punto de referencia principal para Torres Quevedo. En Berna, Confédération Suisse, presenta la Exposé d’Invention el 15 de febrero de 1889, que se publica el 17 de abril y se expide con carácter definitivo el 8 de mayo. En la Memoria (Nouveau système de chemin funiculaire aérien, à fils multiples) de la patente expone unas «consideraciones teóricas», realiza la «descripción» del sistema (sobre un ejemplo práctico, representado en unos gráficos, de 2.032 metros de luz y 283 metros de desnivel) y explica el «funcionamiento de la línea». Es interesante destacar la gran distancia entre los extremos, superior a 2 kilómetros, y el desnivel de unos 300 metros que considera en el proyecto. Los de Ulía y Niágara son de pequeña luz y prácticamente horizontales; es decir, transbordadores. Por otra parte, reivindica Torres Quevedo como objeto distintivo de su invención un funicular aéreo caracterizado por que la carga que va a transportar está sostenida por varios cables, cuya tensión, independientemente del peso transportado, puede regularse a voluntad, y de forma que los cables se disponen de tal modo que la rotura de uno de ellos no aumenta sensiblemente la tensión de los otros ni, en consecuencia, su posibilidad de rotura. De manera especial, en cuanto al objetivo de su invención, destaca que el nuevo sistema presenta bastante seguridad para permitir el transporte de viajeros, aplicación que rendiría servicios de interés en los países montañosos, frecuentados por turistas. No tuvo el éxito esperado, como nos relata posteriormente García Santesmases2, uno de sus biógrafos, experto en Automática. En ese mismo año de 1889 se traslada definitivamente a Madrid, donde pretende iniciar una «nueva vida» (por supuesto dedicado a sus cosas de inventor) que podríamos considerar como de «utilidad social inmediata». El ambiente madrileño de la época no se caracterizaba precisamente por un alto aprecio a las cuestiones científico técnicas. No se conocen referencias acerca de las gestiones que seguramente debió de realizar y de las puertas a las que llamó sin éxito. Así narra Santesmases, los pasos siguientes del inventor: «En 1890 Torres Quevedo realiza un viaje a Suiza, medio turístico, medio científico, para airease un poco y escapar, aunque fuese por poco tiempo, del ambiente científico enrarecido de la capital de España». Hay que reconocer 58  REVISTA EJÉRCITO • N. 916 JULIO/AGOSTO • 2017 que uno de sus objetivos, presentar su proyecto de transbordador con un diseño más perfeccionado y con nuevos avances tecnológicos, no tuvo el éxito que él esperaba y que en justicia merecía, como se demostró más adelante. Los científicos e ingenieros suizos rechazaron de plano el proyecto y algunos periódicos, como el Nebelspalter y el Eulm Spiegel, se permitieron publicar comentarios y caricaturas irónicas sobre el citado proyecto. Sin duda, este rechazo fue un duro golpe para el amor propio del inventor. Pero la confianza que tenía en su obra, como les ocurre a todos los grandes hombres, le hizo reponerse pronto y sumergirse en sus trabajos de mecánica que ya había empezado y le ocuparían en los siguientes años». MECÁNICA, DIRIGIBLES Y TELEKINO El triste episodio suizo del transbordador impulsó a Torres Quevedo a olvidarse de ese tema. La década de 1890-1900 fue, aparentemente al menos, de dedicación casi exclusiva a las máquinas algébricas, como puede comprobarse analizando la bibliografía científica del inventor: su producción escrita se refiere, prácticamente con exclusividad, a las máquinas de calcular analógicas. Podemos decir sin exagerar que esas máquinas sugerían los primeros ordenadores, antes que Turing los iniciara durante la Segunda Guerra Mundial. Aparentemente, y a la luz de la naturaleza de sus publicaciones, los primeros años del siglo xx son de dedicación a los dirigibles y al telekino. En Bilbao (unos días después del 25 de septiembre de 1906, en presencia del rey Alfonso XIII y ante una gran multitud, se realizó la solemne experiencia del telekino que gobernaba a distancia el movimiento de una nave) se constituyó la sociedad anónima Estudios y Obras de Ingeniería, con la finalidad de desarrollar y aplicar los inventos de Torres Quevedo. El inicio formal de esta singular empresa española tuvo lugar mediante una hoja impresa por la imprenta El porvenir vasco, con el título de «Bases para la constitución de una sociedad dedicada a Estudios y Obras e Instalaciones de Ingeniería», tal que en la primera base se proponía como objeto de la sociedad «estudiar experimentalmente los proyectos o inventos que le sean presentados por don Leonardo Torres Quevedo y llevarlos a la práctica: a) explotándolos por su cuenta;


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