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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 342

nacional Más de 3.000 alumnos han pasado por estos centros desde que en 1997 se creó en Toledo la primera Escuela Taller María la Real, de Aguilar de Campoo (Palencia). La falta de fondos impedía seguir con las obras, por lo que a Peridis se le ocurrió esta fórmula, «útil en tres sentidos, porque recupera jóvenes, recupera oficios en extinción y recupera patrimonio», señala el arquitecto. Esta iniciativa se extendió por todo el país y se exportó a Latinoamérica y, más recientemente, al África subsahariana; en Colombia, el programa Escuelas Taller, herramientas de paz trata de reinsertar laboralmente a soldados y guerrilleros desmovilizados tras el acuerdo de paz. «Para que esta iniciativa siga funcionando —observa José María Pérez— es fundamental que continúe habiendo financiación y que haya instituciones, como el Ministerio de Defensa o Patrimonio Nacional, que apuesten por los jóvenes y por las Escuelas Taller». UTILIDAD Generalmente, los trabajos que desempeñan los alumnos de las 30 Escuelas y Talleres de Defensa, distribuidos por gran parte del territorio nacional, se refieren al mantenimiento y la conservación de las instalaciones. Para realizarlos, los desempleados se forman en albañilería, fontanería, pintura, electricidad, jardinería... Tareas como la rehabilitación del patrimonio, la mejora de acuartelamientos y otras infraestructuras y la conservación del medio ambiente figuran entre las más usuales. En el Palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército de Tierra, donde se desarrollaban Carmela Miota asesora a una alumna en el cuidado del desde hace años las especialidades de pintura y jardinería, se añadió en 2016 otra de restauración de muebles, que continúa este año. Del mismo modo, se han renovado los proyectos iniciados en convocatorias anteriores en ocupaciones relacionadas con el ámbito de los caballos; y en el Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra, el Órgano de Historia y Cultura Naval de la Armada y el Centro Geográfico del Ejército, que forman en actividades de archivo, encuadernación o topografía. «Estamos restaurando elementos representativos de un edificio emblemático de nuestra historia», explica Concepción Cerezo, alumna del Taller General Prim, del Palacio de Buenavista; entre ellos, destaca el monolito de jardín del Cuartel General del Ejército de Tierra. madera que se utiliza en los actos de honor a los caídos. Los alumnos de jardinería del mismo Taller han realizado, entre otros trabajos, los de mejora de los jardines situados delante de la calle del Barquillo y del paseo de Recoletos, que estaban abandonados; «me alegra —comenta la monitora, Carmela Miota— que ahora la gente que pasa por la calle se pare para verlos». «Con las horas del curso no solo aprendemos a pintar —asegura Ramón López—; también recibimos formación en pinturas decorativas, uso ecológico del material, seguridad laboral… Es una buena salida, sobre todo para una persona como yo, que ya tengo 54 años». «A los alumnos les reconforta sentirse útiles y valorados», señala Emilia Gallego, directora del Taller de la base aérea de Cuatro Vientos, en el que se prepara un invernadero para el cultivo de diversas especies y se realizan las obras de albañilería de un edificio que será aula y zona de estudio de los futuros alumnos de ese mismo Taller. «Es una forma de aprender un oficio desde la práctica, pero apoyada en la teoría, lo que hace que el aprendizaje sea más estimulante », advierte Marco Guerrero, jefe del proyecto Gutemberg, del Centro Geográfico del Ejército, en el que se ha actuado en el levantamiento topográfico del acuartelamiento Alfonso X, en la edición cartográfica del Centro y en el aprendizaje del software de Geomedia. La participación en una Escuela o en un Taller supone, asimismo, una manera de que los desempleados se familiaricen con la forma de vivir y trabajar de los miembros de las Fuerzas Armadas. «Los militares nos motivan al reconocer nuestra labor», manifiesta Francisco Reyero, alumno del Taller de Cuatro Vientos. Su compañera, Marta Carpintero, valora especialmente la obtención del Certificado de Profesionalidad, «que para nosotros es un valor añadido a la formación y aumenta notablemente las posibilidades de obtener un empleo». Santiago F. del Vado/ Miguel G. Molina Fotos: Pepe Díaz Septiembre 2017 Revista Española de Defensa 23


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