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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 342

L Sargento Julián Lázaro Esteban, jefe de Repostería «NUNCA IMPROVISAMOS CON LA ALIMENTACIÓN» SUBIÓ a bordo del Castilla en 2016 como suboficial de habitabilidad, el responsable del alojamiento, la lavandería y el servicio de repostería del buque. «Esto es como un hotel», asegura el sargento Esteban, encargado de gestionar el buen estado de las 767 camas del barco, así como del trabajo de los reposteros que atienden las cámaras del comandante, de los oficiales y de los suboficiales. «Este personal trabaja a servicio », indica, «es decir, con un horario fijo, entre las seis y media de la mañana y las nueve de la noche con apenas dos horas de descanso», señala. Por su parte, son los miembros de la Guardia Interior —de la que él mismo forma parte— quienes atienden el comedor de marinería. Asegura que en un buque de la Armada «nunca improvisamos con la alimentación». El sargento Julián Lázaro Esteban se forjó como marinero especialista en hostelería en el buqueescuela Juan Sebastián de Elcano. Durante cinco cruceros de instrucción fue cocinero, pinche en las comidas de protocolo, despensero y repostero. «Aquella fue una experiencia impagable porque me formé en todos los destinos de hostelería». «Los reposteros trabajan entre las seis y media de la mañana y las nueve de la noche, con dos horas de descanso» L Cabo Luís de la Rosa, despensero «SOY HOSTELERO POR VOCACIÓN» COMO despensero atiende las necesidades de la cocina y del servicio de repostería del Castilla, una labor que realiza con temperaturas de entre cinco y ocho grados centígrados en los almacenes refrigerados y a 19 bajo cero en el interior de los congeladores. «Yo quería ser escribiente», dice el cabo de la Rosa, en referencia a la especialidad de administración que pretendía cursar como marinero de la Armada allá por 2006. «Hoy me alegro de ser hostelero. Es mi vocación, porque me siento realizado trabajando en la despensa y en la cocina». El cabo de la Rosa aspira a convertirse en suboficial de víveres, a pesar de que no es fácil preparar la oposición en un buque anfibio, donde «el trabajo se multiplica por tres cuando sube a bordo una fuerza de desembarco de más de 600 infantes de marina». Si consigue el ascenso, le gustaría regresar de nuevo en el Castilla, un barco en el que navega desde 2014. Aunque reconoce que a veces resulta agotador —«aquí hay un continuo goteo de pedidos a cualquier hora del día»— se siente cómodo en la despensa: «Dispongo de montacargas y pasillos anchos que permiten el uso de toritos mecánicos y traspaletas, que facilitan mucho la labor». 26 Revista Española de Defensa Septiembre 2017


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