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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

NOTAS PARA UN ESTUDIO SOBRE LA LAUREADA Y LA MEDALLA… 71 básicos de su propia existencia. Desfase que queremos hacer constar pues emplearemos a lo largo de este ensayo casos de laureada y medalla militar a título de ejemplo independientemente de la fecha de su concesión definitiva (así, muchas de las laureadas individuales y colectivas no serían reconocidas hasta terminada la guerra. Esto no implica que el hecho originario no fuera bien conocido dentro del Ejército, sirviendo ya de estímulo aun sin el reconocimiento oficial y formal. A sensu contrario, hubo casos que finalmente no fueron merecedores de la alta recompensa, sirviendo sin embargo la acción como ejemplo de valor, tal es el caso de la 16ª Compañía de la IV Bandera de la Legión, destrozada en la brecha de Badajoz en una acción que se sigue empleando como modelo en el Tercio aún en nuestros días. Curiosamente, esta compañía sí ganó la colectiva en otra acción mucho menos conocida: el paso del Ebro en pontones y el sostenimiento de la cabeza de puente en la ‘Casa de los Catalanes’ durante las ofensivas de marzo del 38 en explotación del éxito de la batalla de Teruel). No olvidemos que lo que pretendemos demostrar aquí es la influencia del ambiente en la gestación de actos heroicos, que consideramos decisiva. Pero ¿cómo conocían los soldados esos hechos para servirles de ejemplo a emular? Durante la Guerra Civil, el bando nacional exacerbó el prestigio de la laureada, hablándose de ella de forma común no sólo entre militares sino también entre la población civil, lo que se refleja en la prensa de la época. Así, por ejemplo, cuando en mayo de 1937 se concedió la segunda laureada de la guerra, la de García Morato por su actuación en todo lo que se llevaba de campaña, pero muy especialmente por la gesta del Jarama, la prensa del momento recogió la noticia con gran alborozo: La Cruz Laureada de San Fernando al capitán García Morato, heroico aviador de la Cruzada nacional y as de ases de la Aviación española (titular del ABC, edición de Sevilla, 18 de mayo de 1937). La primera laureada, por cierto, había sido concedida en septiembre al Gran Visir Sidi Hamed Ganmia, por tranquilizar montado en su caballo a las muchedumbres aterrorizadas por el bombardeo de Tetuán el 18 de julio de 1936, en un acto simbólico de gran importancia para aglutinar a la población del protectorado en torno a las fuerzas nacionales. Lo mismo ocurrió cuando tan solo unos días más tarde se concedieron las tan esperadas del general Moscardó y la colectiva a los defensores del Alcázar de Toledo, haciéndose eco de la noticia los periódicos, que aprovecharon para volver a exaltar los pormenores de la gesta. Las otras dos laureadas de la fortaleza, la del capitán don Luis Alba Navas y la del alférez don Mercedes Durán Garlitos, fueron reconocidas con posterioridad (en 1939 y 1958 respectivamente). Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 71-96. ISSN: 0482-5748


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